Himno a la claridad, de Raquel Lanseros | Poema

    Poema en español
    Himno a la claridad

    A cambio de mi vida nada acepto. 
    ¿Qué se puede ofrecer que valga más 
    que el calor de la llama, que la espiga 
    convocada a ser grano, que la noche 
    que dentro ya contiene el joven día? 

    Escucho mis pisadas sobre el suelo. 
    A lo lejos, alguien también las oye. 
    Tañido lastimero de campanas 
    en su oído. Eco de brasas tiernas 
    en el mío, que todavía es temprano 
    y en el cuerpo palpita el pulso errante. 

    Me pongo por testigo en esta hora, 
    cuando la lluvia lava más que riega 
    y los libros liberan más que nutren. 

    ¿A qué esperáis? Encended los caminos, 
    que empapen bien los ojos. Recorredlos 
    mientras haya una lumbre en los pulmones, 
    mientras un niño aguarde su ocasión 
    de convertirse en hombre, mientras verbos 
    de orígenes distantes desemboquen 
    en una voz unida, mientras reinen 
    las noches que nos prenden, abrazad 
    el destello arcilloso de la tierra 
    que es nuestro hogar común, 
    el verdadero. 

    A cambio de mi vida nada acepto, 
    aunque sepa -y bien que eso me duele- 
    que no siempre es el justo el encumbrado. 
    La luz es un oficio fugitivo, 
    impenitente en su aversión al óxido. 

    Aun así, yo me aferro a esta urdimbre, 
    a esta pila de huesos que me suman, 
    a este rayo en proceso, presentido 
    en su persecución de lo inefable. 
    La profecía acampa frente al cielo 
    con los párpados tersos y se afana 
    en avanzar en base a lo avanzado. 

    Que nada nos detenga. La llamada 
    del infinito debe obedecerse. 
    Soberana inquietud que nos animas, 
    enséñanos a merecer el néctar 
    de estos días que nos tocan. Muéstranos 
    un modo de luchar contra el vacío 
    de este dulce interludio. Que la fe 
    en la alegría posible no abandone 
    ni la razón despierta ni el recuerdo. 

    Sé que tengo sentido porque vivo, 
    y sé que no hay dolor ni menoscabo 
    que puedan inmolar esta fortuna 
    de ser en el presente, de existir, 
    de sentirme el orfebre del instante. 

    Yo soy mi propio riesgo. Doy por cierta 
    la sed de infinitud que me espolea. 
    Ante el placer de respirar me postro. 

    No hay verdad más profunda que la vida.