La voz, de Robert Desnos | Poema

    Poema en español
    La voz

    Tan semejante a la flor y a la corriente de aire 
    al curso del agua a las sombras pasajeras 
    a la sonrisa vislumbrada aquella famosa noche a medianoche 
    tan semejante a toda la felicidad y a la tristeza 
    es la medianoche pasada alzando su torso desnudo por encima de las torres 
    y de los álamos 
    llamo a mí a los perdidos en los campos 
    los viejos cadáveres los viejos robles talados 
    los jirones de tela pudriéndose sobre la tierra y la ropa secándose 
    a los alrededores de las granjas 
    llamo a mí a los tornados y a los huracanes 
    las tempestades los tifones los ciclones 
    los maremotos 
    los temblores de tierra 
    llamo a mí al humo de los volcanes y al de los cigarrillos 
    a los círculos de humo de los puros de lujo 
    llamo a mí a los amores y los enamorados 
    llamo a mí a los vivientes y a los muertos 
    llamo a mí a los sepultureros llamo a los asesinos 
    llamo a los verdugos llamo a los pilotos los albañiles los arquitectos 
    a los asesinos 
    llamo a la carne 
    llamo a la que amo 
    llamo a la que amo 
    llamo a la que amo 
    la medianoche triunfante despliega sus alas de satén y se posa sobre mi lecho 
    las torres y los álamos se pliegan a mi deseo 
    aquellos se derrumban aquellos se desploman 
    los perdidos en el campo se reencuentran al encontrarme 
    los viejos cadáveres resucitan por mi voz 
    los jóvenes robles talados se cubren de verdor 
    los viejos jirones de tela pudriéndose en la tierra y sobre la tierra crujen 
    por mi voz como el estandarte de la revuelta 
    la ropa secándose en los alrededores de la granja viste adorables mujeres 
    que no adoro 
    que vienen a mí 
    obedecen a mi voz y me adoran 
    los tornados giran en mi boca 
    los huracanes enrojecen si pueden mis labios 
    las tempestades rugen a mis pies 
    los tifones si es posible me despeinan 
    recibo los besos de embriaguez de los ciclones 
    los maremotos vienen a morir a mis pies 
    los temblores de tierra no me estremecen pero hacen que todo se desplome 
    a una orden mía 
    el humo de los volcanes me viste con sus vapores 
    y el de los cigarrillos me perfuma 
    y los círculos de humo de los puros me coronan 
    los amores y el amor tan largo tiempo perseguidos se refugian en mí 
    los enamorados escuchan mi voz 
    los vivientes y los muertos se someten y me saludan 
    los primeros con frialdad los segundos con familiaridad 
    los sepultureros abandonan las tumbas apenas cavadas y declaran que sólo yo 
    puedo mandar los nocturnos trabajos 
    los asesinos me saludan 
    los verdugos invocan la revolución 
    invocan mi voz 
    invocan mi nombre 
    los pilotos se guían por mis ojos 
    los albañiles sienten vértigo al escucharme 
    los arquitectos parten hacia el desierto 
    los asesinos me bendicen 
    la carne palpita a mi llamado 

    la que amo no me escucha 
    la que amo no me entiende 
    la que amo no me responde