Yo sé que estaba entonces cuando nada existía... Estaba allí, en las sombras de un valle solitario donde aún no fluía la música del agua. Mi desnudez se alzaba sobre el vago paisaje como un grito de auxilio en el mortal vacío. Fueron mis senos las primeras flores, y mi vientre la almohada de la vida; nacieron de mis ojos las estrellas y mi mano encendió la viva antorcha de la continuidad. Bestias y plantas latían a la vez en mis arterias. Avanzaba insegura entre las sombras y a mi paso las tierras florecían....
¡Ya ves si es vieja el alma que te busca! ¡Qué corte de milenios la acompaña! Presencié la erupción de los volcanes, el duro nacimiento de los montes; vi marchitarse inmensos vegetales que ya no conocieron los humanos. Y hundida en las tinieblas inauditas, escuché los aullidos de los monstruos que mataban la luz a cuchilladas.
Heme aquí, tan antigua como el mundo, con este amor nacido de mi frente, con esta enorme sed que no he saciado. No me exijas virginidad alguna. Allá, en aquel silencio pavoroso, la Vida me violó bárbaramente... Manchada estoy por la humedad del musgo, por la tierra y el fuego y la lascivia milagrosa del aire. Si me quieres, tómame fecundada por los sueños, preñada por la gracia de los siglos.
¡Ah, déjame que cante para ti esa canción vaga y remota! Yo nací con un verso clavado en mi costado, por cuya herida mana mi sangre enfebrecida. No tengo más que esta tristeza lírica y esta pasión de ser... Desalentada, soy como corza huyendo de la vida.
Yo sé que estaba entonces cuando nada existía... Estaba allí, en las sombras de un valle solitario donde aún no fluía la música del agua. Mi desnudez se alzaba sobre el vago paisaje como un grito de auxilio en el mortal vacío.
No es el dolor de los amores incumplidos ni los ideales deshechos. No es tan siquiera la melancolía de envejecer. Es algo más tremendo y más grande, algo que crece dentro de mÍ, tal vez en el tuétano de los huesos y que, acaso, se llame vida.
Dame tu voz antigua en cuyo acento escucho el rumor de los bosques primitivos, el canto misterioso de los seres selváticos, el grito de agonía de la primera virgen violada. Dame tu voz antigua donde yo reconozco mi propia voz extinguida,
¡Ay, qué desconcierto estar aquí, sin amor! Tiembla la primavera en cada miembro mío; el aire engarza pájaros, las nubes se desposan como un príncipe rubio que las viste de oro; un vegetal desmayo