¡Ah, déjame que cante
para ti esa canción vaga y remota!
Yo nací con un verso clavado en mi costado,
por cuya herida mana mi sangre enfebrecida.
No tengo más que esta tristeza lírica
y esta pasión de ser... Desalentada,
soy como corza huyendo de la vida.
¿Serás tú el cazador que me derribe
mal herida, en los campos del deseo?
¿Será tu mocedad la que traduzca
la inquietud de mi carne enamorada?
¡Qué sola estoy sin ti! Sola y perdida
como un arcángel triste, desterrado,
que al pie de los celestes torreones
evoca su perdida aristocracia.
¿Por qué vacilo aún si estoy muriendo
por apagar mi sed en tu corriente?
Mi timidez me ciñe a la tortura
de soñarte hasta el éxtasis y, a veces,
-¡tanto te habré besado!- que despierto
con un sabor de estrellas en los labios.