Sueños, de Susana March | Poema

    Poema en español
    Sueños

    ¡Ah, déjame que cante 
    para ti esa canción vaga y remota! 
    Yo nací con un verso clavado en mi costado, 
    por cuya herida mana mi sangre enfebrecida. 
    No tengo más que esta tristeza lírica 
    y esta pasión de ser... Desalentada, 
    soy como corza huyendo de la vida. 
    ¿Serás tú el cazador que me derribe 
    mal herida, en los campos del deseo? 
    ¿Será tu mocedad la que traduzca 
    la inquietud de mi carne enamorada? 
    ¡Qué sola estoy sin ti! Sola y perdida 
    como un arcángel triste, desterrado, 
    que al pie de los celestes torreones 
    evoca su perdida aristocracia. 
    ¿Por qué vacilo aún si estoy muriendo 
    por apagar mi sed en tu corriente? 
    Mi timidez me ciñe a la tortura 
    de soñarte hasta el éxtasis y, a veces, 
    -¡tanto te habré besado!- que despierto 
    con un sabor de estrellas en los labios.

    • He soñado contigo 
      sin saber que soñaba... 

      En la gran chimenea 
      crepitaban las llamas, 
      la tarde se moría 
      detrás de la ventana. 

      Te he visto en mis ensueños 
      como un blanco fantasma, 
      alto junco ceñido 
      al aire de mi alma. 

    • ¡Ah, déjame que cante 
      para ti esa canción vaga y remota! 
      Yo nací con un verso clavado en mi costado, 
      por cuya herida mana mi sangre enfebrecida. 
      No tengo más que esta tristeza lírica 
      y esta pasión de ser... Desalentada, 
      soy como corza huyendo de la vida. 

    • No es el dolor de los amores incumplidos 
      ni los ideales deshechos. 
      No es tan siquiera la melancolía 
      de envejecer. 
      Es algo más tremendo y más grande, 
      algo que crece dentro de mÍ, 
      tal vez en el tuétano de los huesos 
      y que, acaso, se llame vida. 

    • Dame tu voz antigua en cuyo acento escucho 
      el rumor de los bosques primitivos, 
      el canto misterioso de los seres selváticos, 
      el grito de agonía 
      de la primera virgen violada. 
      Dame tu voz antigua donde yo reconozco 
      mi propia voz extinguida, 

    • ¡Ay, qué desconcierto 
      estar aquí, sin amor! 
      Tiembla la primavera 
      en cada miembro mío; 
      el aire engarza pájaros, 
      las nubes se desposan 
      como un príncipe rubio que las viste de oro; 
      un vegetal desmayo 

    • Yo sé que estaba entonces cuando nada existía... 
      Estaba allí, en las sombras de un valle solitario 
      donde aún no fluía la música del agua. 
      Mi desnudez se alzaba sobre el vago paisaje 
      como un grito de auxilio en el mortal vacío.