La pasión desvelada, de Susana March | Poema

    Poema en español
    La pasión desvelada

    Dame tu voz antigua en cuyo acento escucho 
    el rumor de los bosques primitivos, 
    el canto misterioso de los seres selváticos, 
    el grito de agonía 
    de la primera virgen violada. 
    Dame tu voz antigua donde yo reconozco 
    mi propia voz extinguida, 
    aquella que cantaba hace milenios 
    en las frondosas selvas sin historia, 
    aquella que sonaba en el murmullo 
    de las límpidas fuentes intocadas. 

    Yo fui una gota de agua, 
    o un pájaro aturdido cruzando el aire nuevo 
    de la aurora del mundo; 
    acaso un pez de oro sobre cuyas escamas 
    probó el sol la dorada destreza de sus rayos. 
    Mas era ya la misma doliente criatura 
    que ahora soy, consumida de sueños y tristezas, 
    en el ardiente caos del Paraíso, 
    con los ojos abiertos al secreto de Dios. 

    Es tu voz el puente por donde regreso, 
    milenios y milenios traspasando, 
    a mi libre existencia de agua fresca, 
    de verde candidez. Mi carne gime 
    escuchando tu voz como si oyera 
    la llamada lejana y misteriosa 
    de las tribus sin nombre. Rituales 
    de sangre y fuego en el brutal nocturno, 
    aullidos fugitivos y, en la hierba, 
    mi cuerpo -¿de mujer?, ¿de reptil?, ¿de insecto?- 
    hollado por la bárbara dulzura 
    de la pasión del mundo.

    • He soñado contigo 
      sin saber que soñaba... 

      En la gran chimenea 
      crepitaban las llamas, 
      la tarde se moría 
      detrás de la ventana. 

      Te he visto en mis ensueños 
      como un blanco fantasma, 
      alto junco ceñido 
      al aire de mi alma. 

    • ¡Ah, déjame que cante 
      para ti esa canción vaga y remota! 
      Yo nací con un verso clavado en mi costado, 
      por cuya herida mana mi sangre enfebrecida. 
      No tengo más que esta tristeza lírica 
      y esta pasión de ser... Desalentada, 
      soy como corza huyendo de la vida. 

    • No es el dolor de los amores incumplidos 
      ni los ideales deshechos. 
      No es tan siquiera la melancolía 
      de envejecer. 
      Es algo más tremendo y más grande, 
      algo que crece dentro de mÍ, 
      tal vez en el tuétano de los huesos 
      y que, acaso, se llame vida. 

    • ¡Ay, qué desconcierto 
      estar aquí, sin amor! 
      Tiembla la primavera 
      en cada miembro mío; 
      el aire engarza pájaros, 
      las nubes se desposan 
      como un príncipe rubio que las viste de oro; 
      un vegetal desmayo 

    • Yo sé que estaba entonces cuando nada existía... 
      Estaba allí, en las sombras de un valle solitario 
      donde aún no fluía la música del agua. 
      Mi desnudez se alzaba sobre el vago paisaje 
      como un grito de auxilio en el mortal vacío. 

    • Dame tu voz antigua en cuyo acento escucho 
      el rumor de los bosques primitivos, 
      el canto misterioso de los seres selváticos, 
      el grito de agonía 
      de la primera virgen violada. 
      Dame tu voz antigua donde yo reconozco 
      mi propia voz extinguida,