Mujer redonda, de Victoriano Crémer | Poema

    Poema en español
    Mujer redonda

    Hasta los niños la miraban, cuando 
    doblaba las esquinas de la calle; 
    tan azul y radiante, que una llama 
    parecía tener entre los dientes. 

    Huía de la luz con la pereza 
    de una cierva cansada, y sonreía 
    sintiendo las miradas de las gentes 
    resbalar por su vientre abovedado. 

    Se llevaba las manos a la henchida 
    plenitud de su carne y las dejaba 
    allí sumidas, por sentir el eco 
    caliente y vivo del amor, haciéndose. 

    Hasta entonces, los hombres la siguieron 
    con ronca voz de barro; y los temía; 
    porque el hombre fue sólo para ella 
    lobo furtivo y sal de madrugada. 

    Pero ahora les miraba desde un cielo 
    grávido y fuerte. Ellos la veían, 
    redonda poderosa, como un puño 
    abriéndose caminos en la niebla. 

    Si entonces una voz gritaba: 
     -Mira; 
    tiene un hijo... 
     Se apretaba doliente 
    la cintura de vidrio, y, en la tarde, 
    era como una encina coronada. 

    Los oscuros balcones con geráneos; 
    los húmedos zaguanes; las buhardillas; 
    las frescas herrerías; las campanas 
    que las monjas tañían en el alba... 

    Todo, a su paso, sin cesar latía 
    al compás de su vientre... Todo, atento 
    al dulce peso de su vientre... El aire, 
    de cristal y de gloria, por su vientre... 

    Ya la carne de trigo se atiranta 
    y duele extensamente. 
     ¡Cómo sabe 
    el dolor de los hijos! 
     ¡Porque tienen 
    sabor a junco verde por la sangre!