¡Tú, ángel rubio de la noche, ahora, mientras el sol descansa en las montañas, enciende tu brillante tea de amor! ¡Ponte la radiante corona y sonríe a nuestro lecho nocturno! Sonríe a nuestros amores y, mientras corres los
Acudid, gorriones míos, flechas mías. Si una lágrima o una sonrisa al hombre seducen; si una amorosa dilatoria cubre el día soleado; si el golpe de un paso conmueve de raíz al corazón, he aquí el anillo de bodas,
Desciende el sol por el oeste, brilla el lucero vespertino; los pájaros están callados en sus nidos, y yo debo buscar el mío. La luna, como una flor en el alto arco del cielo, con deleite silencioso, se instala y sonríe en la noche.
Cierta vez un sueño tejió una sombra sobre mi cama que un ángel protegía: era una hormiga que se había perdido por la hierba donde yo creía que estaba.
¡Qué dulce es la dulce fortuna del Pastor! Deambula desde el alba hasta el atardecer; debe seguir a su rebaño el día entero, y su lengua se embeberá con alabanzas.