I
A mí mismo me prohibo 
revelar nuestro secreto 
decir tu nombre completo 
o escribirlo cuando escribo. 
Prisionero de ti, vivo 
buscándote en la sombría 
caverna de mi agonía. 
Y cuando a solas te invoco, 
en la oscura piedra toco 
tu impasible compañía. 
II
Si nuestro amor está hecho 
de silencios prolongados 
que nuestros labios cerrados 
maduran dentro del pecho; 
y si el corazón deshecho 
sangra como la granada 
en su sombra congelada, 
¿por qué dolorosa y mustia, 
no rompemos esta angustia 
para salir de la nada? 
III
Por el temor de quererme 
tanto como yo te quiero, 
has preferido, primero, 
para salvarte, perderme. 
Pero está mudo e inerme 
tu corazón, de tal suerte 
que si no me dejas verte 
es por no ver en la mía 
la imagen de tu agonía: 
porque mi muerte es tu muerte. 
IV
Te alejas de mí pensando 
que me hiere tu presencia, 
y no sabes que tu ausencia 
es más dolorosa cuando 
la soledad se va ahondando, 
y en el silencio sombrío, 
sin quererlo, a pesar mío, 
oigo tu voz en el eco 
y hallo tu forma en el hueco 
que has dejado en el vacío. 
V
¿Por qué dejas entrever 
una remota esperanza, 
si el deseo no te alcanza, 
si nada volverá a ser? 
Y si no habrá amanecer 
en mi noche interminable 
¿de qué sirve que yo hable 
en el desierto, y que pida 
para reanimar mi vida, 
remedio a lo irremediable? 
VI
Esta incertidumbre oscura 
que sube en mi cuerpo y que 
deja en mi boca no sé 
que desolada amargura; 
este sabor que perdura 
y, como el recuerdo, insiste, 
y, como tu olor, persiste 
con su penetrante esencia, 
es la sola y cruel presencia 
tuya, desde que partiste. 
VII
Apenas has vuelto, y ya 
en todo mi ser avanza, 
verde y turbia, la esperanza 
para decirme: '¡Aquí está!' 
Pero su voz se oirá 
rodar sin eco en la oscura 
soledad de mi clausura 
y yo seguiré pensando 
que no hay esperanza cuando 
la esperanza es la tortura. 
VIII
Ayer te soñé. Temblando 
los dos en el goce impuro 
y estéril de un sueño oscuro. 
Y sobre tu cuerpo blando 
mis labios iban dejando 
huellas, señales, heridas... 
Y tus palabras transidas 
y las mías delirantes 
de aquellos breves instantes 
prolongaban nuestras vidas. 
IX
Si nada espero, pues nada 
tembló en ti cuando me viste 
y ante mis ojos pusiste 
la verdad más desolada; 
si no brilló en tu mirada 
Un destello de emoción, 
la sola oscura razón, 
la fuerza que a ti me lanza, 
perdida toda esperanza, 
es...¡la desesperación! 
X
Mi amor por ti ¡no murió! 
Sigue viviendo en la fría, 
ignorada galería 
que en mi corazón cavó. 
Por ella desciendo y no 
encontraré la salida, 
pues será toda mi vida 
esta angustia de buscarte 
a ciegas, con la escondida 
certidumbre de no hallarte. 
¡Qué prueba de la existencia 
habrá mayor que la suerte 
de estar viviendo sin verte 
y muriendo en tu presencia! 
Esta lúcida conciencia 
de amar a lo nunca visto 
y de esperar lo imprevisto; 
este caer sin llegar 
es la angustia de pensar 
La muerte toma siempre la forma de la alcoba 
que nos contiene. 
Es cóncava y oscura y tibia y silenciosa, 
se pliega en las cortinas en que anida la sombra, 
es dura en el espejo y tensa y congelada, 
profunda en las almohadas y, en las sábanas, blanca. 
El que nada se oye en esta alberca de sombra 
no sé cómo mis brazos no se hieren 
en tu respiración sigo la angustia del crimen 
y caes en la red que tiende el sueño. 
Guardas el nombre de tu cómplice en los ojos 
Eres la compañía con quien hablo 
de pronto, a solas. 
te forman las palabras 
que salen del silencio 
y del tanque de sueño en que me ahogo 
libre hasta despertar. 
Tu mano metálica 
endurece la prisa de mi mano 
y conduce la pluma 
A Agustín Lazo 
 
Soñar, soñar la noche, la calle, la escalera 
y el grito de la estatua desdoblando la esquina. 
Cuando los hombres alzan los hombros y pasan 
o cuando dejan caer sus nombres 
hasta que la sombra se asombra 
cuando un polvo más fino aún que el humo 
se adhiere a los cristales de la voz 
y a la piel de los rostros y las cosas 
Se diría que las calles fluyen dulcemente en la noche. 
Las luces no son tan vivas que logren desvelar el secreto, 
el secreto que los hombres que van y vienen conocen, 
porque todos están en el secreto 
y nada se ganaría con partirlo en mil pedazos