Nadie sabe, de Ángela Figuera Aymerich | Poema

    Poema en español
    Nadie sabe

    Abre tus ojos anchos al asombro 
    cada mañana nueva y acompasa 
    en místico silencio tu latido 
    porque un día comienza su voluta 
    y nadie sabe nada de los días 
    que se nos dan y luego se deshacen 
    en polvo y sombra. Nadie sabe nada. 

    Pisa la tierra. Vierte la simiente. 
    Coge la flor y el fruto. Sin palabras. 
    Pues nadie sabe nada de la tierra 
    muda y fecunda que, en silencio, brota, 
    y nadie sabe nada de las flores 
    ni de los frutos ebrios de dulzura. 

    Mira la llamarada de los árboles 
    irguiéndose en lo azul. Contempla, toca 
    la piedra inmóvil de alma intraducible 
    y el agua sin contornos que camina 
    por sus trazados cauces ignorándolos. 
    Sueña sobre ellos. Sueña. Sin decirlo. 
    Pues nadie sabe nada de los árboles 
    ni de la piedra ni del agua en fuga. 

    Mira las aves, altas, desprendidas, 
    rayando el sol a golpe de sus alas. 
    Toma del aire el trino y el gorjeo, 
    pero no quieras traducir su ritmo, 
    pues nadie sabe nada de los pájaros. 
    Mira la estrella. Vuela hasta su altura. 
    Toma su luz y enciéndete la frente, 
    pero no inquieras su remoto arcano 
    pues nadie sabe nada de la estrella. 

    Besa los labios y los ojos. Goza 
    la carne del amante sazonada 
    secretamente para ti. Acomete 
    con decisión humilde la tarea 
    del imperioso instinto. Crece y ama. 
    Mas nada digas del tremendo rito 
    pues nadie sabe nada de los besos, 
    ni del amor ni del placer ni entiende 
    la ruda sacudida que nos pone 
    el hijo concluido entre los brazos. 

    Clama sin gritos. Llora sin estruendo. 
    Cierra las fauces del dolor oscuro, 
    pues nadie sabe nada de las lágrimas. 

    Vete a hurtadillas con discreto paso. 
    Traspasa quedamente la frontera, 
    pues nadie sabe nada de la muerte.