Cuidaba mucho un francés
dos caballos por su mano;
era el uno jerezano
y era el otro cordobés.
Ambos de ardiente mirada,
ambos de fuerte resuello,
grueso y encorvado el cuello,
la cabeza descarnada.
Era tanta su apostura
que yo afirmo sin recelo
pudieran ser el modelo
de pablo en la fiel pintura.
Tenía el cordobés ya
dada, y con bastante esmero,
la instrucción de picadero
que a un buen caballo se da.
Corbetas, saltos atrás,
con soltura bracear,
paso de posta, trotar,
gran galope y nada más.
Educado el jerezano
con destreza y tino raro
bailaba, saltaba un aro,
respondía con la mano.
Y no con poca sorpresa,
justo el público aplaudió
cuando la polca bailó
y cuando comió a la mesa.
Otras mil habilidades
hacía que no refiero,
ganando muy buen dinero
por villas, y por ciudades.
En una sola (su nombre ignoro)
quísole un inglés comprar
y por él llegaba a dar
cantidad, y grande, de oro.
Hizo instancias el inglés
pero el amo resistía,
ofreciendo si quería
más barato el cordobés.
«Ya podéis -dijo el britano-,
pues de los dos animales
más que el cordobés reales
duros vale el jerezano.»
«¡Pardiez, singular ajuste!
-dijo al verlo un mozalbete
boquirrubio y regordete
de pocos años y fuste-.
¡Linda idea! Padre mío,
si son estos animales
absolutamente iguales
en hermosura y en brío.
¿Será cuerdo y oportuno
o una solemne sandez
por llevarse el de jerez
ofrecer veinte por uno?
El mismo pelo y alzada,
el mismo cuello encorvado...»
«Hijo, el uno está educado
y el otro no sabe nada.
Al hacer la tasación
del valor de cada cual
olvidaste, y haces mal,
de apreciar la educación.
Parangón apenas cabe,
de escucharlo no te asombres,
en caballos como en hombres
entre quien ignora y sabe.
La proporción que has oído
no es ni con mucho bastante,
si vale uno el ignorante
vale mil el instruido.»
Concepción Arenal (El Ferrol, 1820 - Vigo, 1893). Estudió en Madrid Derecho, Sociología, Historia, Filosofía e idiomas, teniendo incluso que acudir a clase disfrazada de hombre. Colaboró con Fernando de Castro en el Ateneo Artístico y Literario de Señoras, precedente de posteriores iniciativas en pro de la educación de la mujer como medio para alcanzar la igualdad de derechos. Dedicó buena parte de un inagotable activismo social e intelectual al estudio crítico de la realidad penal española. Se sirve de la experiencia acumulada en el desempeño de cargos oficiales de visitadora de cárceles de mujeres de A Coruña (1863) e inspectora de casas de corrección de mujeres (1868-1873) y, sobre todo, de su talento, sensibilidad e intuición para la redacción de obras que la sitúan en un puesto de gran relevancia en estudios penales europeos: Cartas a los delincuentes (1865), Estudios penitenciarios (1877). O visitador do preso (1893) es una de las obras de referencia para el estudio de las ideas centrales de su pensamiento penal. Valiente y adelantada a su tiempo, partidaria de un sistema penal moderno que hiciese posible la corrección del preso, las aspiraciones reformistas de Arenal se materializan con la llegada de la Segunda República.