Dio en ser carnívoro un oso 
y tanto daño causó 
que en breve se le formó 
un proceso ruidoso. 
Fijó en breve el tribunal 
para ver su causa día; 
un lobo le defendía 
y era un manso buey fiscal. 
Siendo de entrambos notorio 
el carácter y el instinto, 
hablar en tono distinto 
oye absorto el auditorio. 
Trata el lobo de piedad, 
de compasión, de ternura, 
y cuánto es sublime y pura 
la dulce fraternidad. 
Y cómo debe obtener 
clemencia su defendido, 
aunque un momento en olvido 
haya puesto su deber. 
El buey habla de castigo, 
de justicia y escarmiento: 
fin merecido y sangriento 
pide para su enemigo. 
Al que osó de aquella suerte 
hollar la ley natural 
haciendo a su raza mal 
es poco darle la muerte. 
Había en la concurrencia 
oyendo el célebre juicio 
un cachorrillo novicio, 
sin mundo y sin esperiencia. 
Que a defensor y fiscal 
oyendo hablar, el muy bobo 
creyó que era manso el lobo 
y el buey un fiero animal. 
«Con tus juicios más cuidado, 
-díjole su madre- ten, 
que suele serlo también 
el que defiende a un malvado.» 
Indicio es, y muy fatal, 
encontrar del mal excusa; 
quien al malvado no acusa 
no aborrece mucho el mal. 
En vez de esa compasión 
del crimen en la presencia, 
el bueno por escelencia 
ira siente, indignación. 
Es del malo el egoísmo 
quien le impele a ser clemente 
con el crimen, porque siente 
que se defiende a sí mismo. 
Esa gran facilidad 
que absuelve el crimen ajeno, 
bondad indica en el bueno, 
y en el perverso maldad. 
Concepción Arenal (El Ferrol, 1820 - Vigo, 1893). Estudió en Madrid Derecho, Sociología, Historia, Filosofía e idiomas, teniendo incluso que acudir a clase disfrazada de hombre. Colaboró con Fernando de Castro en el Ateneo Artístico y Literario de Señoras, precedente de posteriores iniciativas en pro de la educación de la mujer como medio para alcanzar la igualdad de derechos. Dedicó buena parte de un inagotable activismo social e intelectual al estudio crítico de la realidad penal española. Se sirve de la experiencia acumulada en el desempeño de cargos oficiales de visitadora de cárceles de mujeres de A Coruña (1863) e inspectora de casas de corrección de mujeres (1868-1873) y, sobre todo, de su talento, sensibilidad e intuición para la redacción de obras que la sitúan en un puesto de gran relevancia en estudios penales europeos: Cartas a los delincuentes (1865), Estudios penitenciarios (1877). O visitador do preso (1893) es una de las obras de referencia para el estudio de las ideas centrales de su pensamiento penal. Valiente y adelantada a su tiempo, partidaria de un sistema penal moderno que hiciese posible la corrección del preso, las aspiraciones reformistas de Arenal se materializan con la llegada de la Segunda República.