Un hombre muy chiquitín,
(la historia su nombre calla),
medir a otro de gran talla
se le puso en el magín.
Encontró una silla a mano,
mas apartóla con ceño,
que, al par que endeble y pequeño,
era mentecato y vano.
Por más que hacia la cabeza
del otro su brazo estira,
mide, rectifica, mira,
y otra y otra vez empieza,
Y por más solicitud
que en la operación emplea,
medida no halla que sea
de tal cual exactitud.
Uno que allí estaba viendo
de este necio la ocurrencia,
perdiendo ya la paciencia,
interrumpióle diciendo:
«Si no es necedad, es locura
que física o moralmente
medir el pequeño intente
al de mayor estatura.»