Sienta la soledad
su pulso entre pinceles
y el pensamiento enreda
sus blandas serpentinas;
cíñense los recuerdos
sus plumajes de niebla
y cúrvase el silencio
maduro de armonía.
El aire se ha filtrado
por blancos cielos cóncavos,
privando a la presencia
de su algodón sin cuerpo.
La inspiración del aire
deja hueca la escena,
suspensa en el paréntesis
de su incompleto aliento.
La piedra se atesora
bajo traje de pluma
que en envidiable máscara
su grave flor esconde.
La agilidad del salto
su esbelta luz dilata
y muerta la distancia
sus brújulas se rompen.
Busca la voz sus bridas
perdidas por ausencia,
y encuentra mudo al grito
ahorcado en el misterio.
Flota el gesto sin rumbo,
trémulo en el vacío,
y el pájaro se cierne,
sin alas, sobre el cielo.
Júntase la memoria
y escoge entre las lunas
de sus espejos flojos
la imagen más severa:
dulce farol de estirpe,
que deshilando enojos,
derrámase en el sueño
dando sangre a su vena.
Remánsase la sombra
y la luz reverbera
sobre el cristal naciente,
curvado, del milagro.
Y la esfera cumplida,
en pulpa y en simiente
resuélvese la baya
del árbol del engaño.