Los amantes, de Fabio Morábito | Poema

    Poema en español
    Los amantes

    Los amantes se acercan, 
    escuchan. Adelgazan 
    su piel hasta la asfixia 

    y adelgazan sus besos. 
    Por sus voces delgadas 
    sólo oyen silencio. 

    Los amantes se besan, 
    se acarician, el mar 
    apenas los contiene, 

    y su pasión es breve: 
    aleteo de un ave 
    en la espalda del agua. 

    Los amantes recuerdan 
    las heridas, las guardan 
    como un secreto bien. 

    Nunca cambian palabras. 
    Pero cambian heridas. 
    Son su secreta piel. 

    Cerca de dos amantes 
    se detiene un segundo 
    la sangre en la avenida; 

    son dos ciervos que saltan 
    en medio de nosotros 
    que somos las estatuas. 

    Los amantes se muerden, 
    se pisan, sólo temen 
    la muerte, trepan muros 

    de olvido y nunca vuelven 
    atrás, lujosos como 
    escarabajos verdes. 

    Los amantes no cuentan 
    los días, no enumeran 
    los muertos, ni siquiera 

    los mares. Su materia 
    está hecha sin tiempo, 
    su sed nunca se alivia. 

    Los amantes se mueren 
    un día. Bajo tierra 
    van, mudos y con miedo, 

    y la tierra adelgaza 
    su piel hasta la asfixia 
    y adelgaza sus huesos.

    Fabio Morábito (1955) vive en la Ciudad de México y ha escrito, con este, cinco libros de poesía, género que ha alternado meticulosamente con el cuento. Nacido en Alejandría, de padres italianos, ha escrito toda su obra en español, a pesar de ser el italiano su idioma materno. Su poesía y su narrativa han sido traducidas a varias lenguas y lo han hecho acreedor de varios premios, el último de los cuales ha sido el prestigioso Roger Caillois, que se le concedió en Francia en 2018, en reconocimiento de su obra. En uno de los poemas de este libro, Fabio Morbito confiesa que no sabe qué arteria debe tomar para salir de la Ciudad de México y llegar a Puebla, que está a solo dos horas de camino. "Él ya ha estado en Puebla (¿quién no ha estado en Puebla?, pregunta), pero ignora cómo llegar ahí. Porque Morábito, como escribió alguien, "no necesita salir de lo común para, levantando curiosa y cuidadosamente una piedra o un frasco, dejar sueltos los demonios de un mundo raro, en el que ningún supuesto o dogma afianzado deja de resentirse y de crujir amenazadoramente".