Noche canalla, de Javier Egea | Poema

    Poema en español
    Noche canalla

    Yo no sé si la quise pero andaba conmigo, 
    me guiaba su risa por la ciudad tan gris. 
    Ella tenía en su boca colinas de Ketama 
    y el cielo de sus ojos me pintaba de añil. 

    Yo vi tantas estrellas como ella puso siempre 
    en aquel cielo raso como un paño de tul. 
    Ella llevaba el pelo como la Janis Joplin 
    y los labios morados como el Parfait-Amour. 

    La he perdido en un bosque de jeringas brillantes 
    por donde nos decían que se llegaba al mar; 
    se fue sobre un caballo de hermosos ojos negros, 
    por más que yo me muera no la podré olvidar. 

    Bajo el cielo ceniza me conducen mis piernas. 
    Esta noche no tengo ni esperanza ni amor. 
    Sólo queda el calor de mi pobre navaja. 
    Hoy me he visto la cara de un retrato-robot. 

    A pesar de sus ojos he salido a la calle, 
    a pesar de sus ojos me ha tocado vivir . 
    En un barrio de muertos me trajeron al mundo. 
    Esta noche canalla no respondo de mí.

    • Qué luz extraña, dime, ha poblado este cuerpo 
      repetido en portales, escaparates, brumas, 
      ingenuo paseante de la ciudad, hermano, 
      caminante del mismo aturdimiento 
      que estos siglos de expolio pusieron en los ojos, 
      qué luz extraña, dime, 

    • A Aurora de Albornoz 
       
      Mas se fue desnudando. y yo le sonreía. ' 
      Juan Ramón Jiménez 

       
      Vino primero frívola -yo niño con ojeras- 
      y nos puso en los dedos un sueño de esperanza 
      o alguna perversión: sus velos y su danza 

    • 'con la pasión que da el conocimiento' 
      Jaime Gil de Biedma 

       
      Hoy está triste el juglar 
      sólo canta para ella, 
      que también la juglaría 
      tiene parte en la tristeza. 
      Sepan que de mal de amores 
      nadie está libre en la tierra. 

    • Entonces, 
      en aquella ciudad 
      o en la intuición primera, vaga, de su cuerpo, 
      el pensamiento aún flotaba en bucólicos careos, 
      en versos aprendidos sin historia 
      y no era posible amar 
      entre unas calles donde todo era sucio, 
      carne sin brillo, 

    • Y la luna 
      Pero no la luna. 
      Federico García Lorca 

       
      Porque la luna. Pero no la luna. 
      Sí los tumbos añiles, sí la vida, 
      el estallido sordo de la espera 
      y la ciudad, el sueño, la otra calle 
      que es un reto de luz. Escucha ahora.