Otro romanticismo, de Javier Egea | Poema

    Poema en español
    Otro romanticismo

    '...las aguas del olvido ' 
    Garcilaso 

     
    'Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!' 
    César Vallejo 

     
    Te escribo nuevamente desde una tarde helada 
    de esas en que nos puede el sentimiento 
    y la obsesión -ese pingajo de la soledad- 
    te derriba, te ocupa, sienta plaza en tu cuerpo 
    y, lo más peligroso, te alumbra, te interroga. 

    Y ves que los renglones se estrechan, 
    las letras se amontonan 
    y comprendes el hueco imposible, 
    el espacio que nunca compartimos 
    y este bello recurso de contarte la vida 
    poblando de historia y de sueños 
    las hojas tibias del dolor 
    que tanto me recuerdan tus muslos o tu espalda. 
    Por ellos navegué durante tanto tiempo, 
    en ellos aprendí tantas cosas extrañas, 
    tanto golpe de mar, 
    que parece imposible olvidarte así, de pronto, 
    como quien tira la luz por la ventana, 
    como quien se despuebla de golpe de esperanza. 

    ¿Quién puede responder sin ningún truco 
    a las preguntas viejas, enquistadas, 
    hechas parte de ti? 

    ¿Quién cruzará de un salto las aguas del olvido 
    sin sentir cómo quema en la carne la sorpresa de un día, 
    las sábanas de un día, los cuerpos ofreciéndose, 
    las ojeras del gozo al amanecer? 

    ¿No volverá el amor, 
    aquel juego con náufragos y cofres, 
    a sorprendernos con su mano abierta, 
    a dejar en la playa de un hombro 
    como alga de plata que reposa 
    la saliva brillante del deseo? 

    Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé! 

    Por eso he de decirte -aunque sea por escrito- 
    que está la casa abierta para ti, 
    que te esperan los libros, el té, mi soledad, 
    las dudas de las tardes de domingo, 
    la pequeña verdad 
    que no se tiene en pie sin tus palabras. 

    No es posible saber cuando todo enmudece 
    y la vida se ha vuelto una sórdida esquina 
    si nos falló el presentimiento 
    o será que el mercado nos fue tragando 
    con sus comadres y su algarabía, 
    que no supimos vernos ni hablarnos 
    entre anuncios de sopas luminosas, 
    promesas y altavoces 
    pregonando los últimos saldos 
    de la felicidad. 

    Será que llevaremos inevitablemente 
    un lenguaje podrido que amarga el paladar 
    y te pone a escupir en mitad de la urgencia 
    cuando toda la historia apenas si consiste 
    en decirnos que sí, que nos amamos. 

    Y los golpes, tan fuertes, las aguas del olvido, 
    tan hondas... Yo no sé! 

    Hay cosas en la vida 
    que sólo se resuelven junto a un cuerpo que ama. 

    Y cartas que se escriben 
    cuando la prisa clava su aguijón 
    y te deja colgando del alero 
    y te da por pensar 
    que es posible que no nos conociéramos 
    aunque fuimos viviendo el mismo frío, 
    la misma explotación, 
    el mismo compromiso de seguir adelante 
    a pesar del dolor.

    • Qué luz extraña, dime, ha poblado este cuerpo 
      repetido en portales, escaparates, brumas, 
      ingenuo paseante de la ciudad, hermano, 
      caminante del mismo aturdimiento 
      que estos siglos de expolio pusieron en los ojos, 
      qué luz extraña, dime, 

    • Entonces, 
      en aquella ciudad 
      o en la intuición primera, vaga, de su cuerpo, 
      el pensamiento aún flotaba en bucólicos careos, 
      en versos aprendidos sin historia 
      y no era posible amar 
      entre unas calles donde todo era sucio, 
      carne sin brillo, 

    • A Aurora de Albornoz 
       
      Mas se fue desnudando. y yo le sonreía. ' 
      Juan Ramón Jiménez 

       
      Vino primero frívola -yo niño con ojeras- 
      y nos puso en los dedos un sueño de esperanza 
      o alguna perversión: sus velos y su danza 

    • 'con la pasión que da el conocimiento' 
      Jaime Gil de Biedma 

       
      Hoy está triste el juglar 
      sólo canta para ella, 
      que también la juglaría 
      tiene parte en la tristeza. 
      Sepan que de mal de amores 
      nadie está libre en la tierra. 

    • Y la luna 
      Pero no la luna. 
      Federico García Lorca 

       
      Porque la luna. Pero no la luna. 
      Sí los tumbos añiles, sí la vida, 
      el estallido sordo de la espera 
      y la ciudad, el sueño, la otra calle 
      que es un reto de luz. Escucha ahora.