Coplas de Carmen Romero, de Javier Egea | Poema

    Poema en español
    Coplas de Carmen Romero

    Díselo, Carmen Romero, 
    dile que estamos aquí, 
    que él parece estar allí 
    y es aquí donde lo espero; 
    dile que ningún obrero 
    entiende que un presidente 
    mande guardias a su gente 
    en vez de mandar trabajo, 
    dile que va cuesta abajo 
    frente a la Cuesta de Enero, 
    díselo, Carmen Romero. 

    Dile que están encendidos 
    los faros de un pueblo oscuro, 
    dile que mire al futuro, 
    no a los Estados Unidos; 
    dile que estamos perdidos 
    en medio del capital, 
    que una rosa sin rosal 
    naufraga en las oficinas 
    dile que por las esquinas 
    anda el sueño prisionero, 
    díselo, Carmen Romero. 

    Dile tú, Primera Dama, 
    cuando hagas su equipaje, 
    que a veces también viajé 
    por los campos de Ketama 
    y dile, cuando la cama 
    anula la presidencia 
    y el amor dicta sentencia 
    contra todos los misiles, 
    que aún florecen a miles 
    banderas del sueño obrero, 
    díselo, Carmen Romero. 

    • Qué luz extraña, dime, ha poblado este cuerpo 
      repetido en portales, escaparates, brumas, 
      ingenuo paseante de la ciudad, hermano, 
      caminante del mismo aturdimiento 
      que estos siglos de expolio pusieron en los ojos, 
      qué luz extraña, dime, 

    • Entonces, 
      en aquella ciudad 
      o en la intuición primera, vaga, de su cuerpo, 
      el pensamiento aún flotaba en bucólicos careos, 
      en versos aprendidos sin historia 
      y no era posible amar 
      entre unas calles donde todo era sucio, 
      carne sin brillo, 

    • 'con la pasión que da el conocimiento' 
      Jaime Gil de Biedma 

       
      Hoy está triste el juglar 
      sólo canta para ella, 
      que también la juglaría 
      tiene parte en la tristeza. 
      Sepan que de mal de amores 
      nadie está libre en la tierra. 

    • A Aurora de Albornoz 
       
      Mas se fue desnudando. y yo le sonreía. ' 
      Juan Ramón Jiménez 

       
      Vino primero frívola -yo niño con ojeras- 
      y nos puso en los dedos un sueño de esperanza 
      o alguna perversión: sus velos y su danza 

    • Y la luna 
      Pero no la luna. 
      Federico García Lorca 

       
      Porque la luna. Pero no la luna. 
      Sí los tumbos añiles, sí la vida, 
      el estallido sordo de la espera 
      y la ciudad, el sueño, la otra calle 
      que es un reto de luz. Escucha ahora. 

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