El insólito encuentro de una máquina de coser y un paraguas en un mesa de operaciones
o relojes con ojos. De modo que pensabais que había que inventar los increíbles. Pero, entonces, ¿no habéis estado en mi país, en mis países, nunca supisteis lo que pasa en su paisaje de colores en cólera, por ejemplo una bota con espuela y un sombrero de cura encima de un cadáver, de un indio por más señas, como si no bastaran los piojos de su historia, cuentas de avemarías? Oh loca simetría de uniformes en la humilde dictadura del difunto, y es tan sabido el cada día americano que también lo morimos de memoria, y es tan igual a la vejez el hambre cuando empieza por adentro a desvestirnos, y están los dientes importantes que nos muerden la tierra, y la Virgen con gorra y con polainas.
Eso es así, es así, es así más que qué, más Américas en las bodegas del olvido, más eco regresando a la puerta del grito, buscándose la culpa como una culebra. Qué sabíais, entonces, si no estas estampas, si no esta atroz baraja del delito, ni cómo inventaríais nada igual a ese muerto que murió sin decir nada, llorándose los gusanos que le quedaban desde cuando le dejaron un rato sin matarle. Pero esto no es pintura ni palabra lograda: sucede, nada más, después de misa, después de la independencia y otras tonadas de larga duración. Pero la sangre, no el llanto, tiene ahora la palabra y ha de reír mejor al último de tanto.
te numero, te teléfono aburrido te direcciono (callo, caso y escalero) te habitacionada ya te lámparo te suelo te vaso te enfósforo te libro te disco te destoco te desvisto desoído te camo te almohado enciendo descobijo te pelo te cadero me cinturas
El verano pone su color tranquilo sobre todas las cosas y las hojas; de nuevo alborota el viento a las muchachas, cierra los cuadernos y junta la tarde perezosa a las naranjas. Arena de luz la playa, tranquilo el mar, en paz el ave, solo el polvo
Ante todo, es preciso ordenar la infancia como un país disperso, hallar las fechas de su límite: la dulce iniciación en la desobediencia, la cerradura que por necesidad puse a mi alcoba o la primera mujer que se guardó la noche
Y ahora en dónde sobre qué vínculo en qué botín he de apoyar el alma en qué piedra por favor en qué ayer. Nadie me dijo que comenzarían hoy los siglos de la noche. Lunes de una ciudad sobre la desolación.