Pleno amor, de Jorge Guillén | Poema

    Poema en español
    Pleno amor

       I 


    ¿Amor envuelve en las formas 
    de un viento? Se transfigura 
    bajo un viento nuestro abrazo: 
    concentrándose está en lucha. 
    Triunfo habrá para los dos, 
    gocémonos. ¡Oh, no hay burla 
    contra la fe ya animal 
    de toda la criatura! 
    Desaparece la estancia. 
    Una luz de anhelo y súplica 
    crea un ámbito al amor 
    con muros de sombras juntas. 
    Infinita, sí, trascurre 
    la noche. Pero se ajusta 
    -con la precisión de un mundo 
    soñado por la absoluta 
    claridad- a este clarísimo 
    destino: nuestra ventura. 
    Y la ventura despacio 
    va confiándose -nunca 
    más estrellas en el cielo- 
    a una pesadumbre suya. 
    Mientras -la carne es también 
    alma, reina tu blancura- 
    un ritmo acoge y acrece 
    la obstinación -¡qué profunda 
    masa tanta noche en vela!- 
    de esta casi calentura, 
    de este buen ardor. Palpitan, 
    humildemente nocturnas, 
    las estrellas como si 
    regalasen una luna 
    de paz. Paz en la verdad. 



       II 


    En la verdad. Y se anuncia 
    lo más fabuloso. ¿Tumba 
    para una resurrección, 
    para llegar a ser pluma 
    casi indistinta del aire, 
    aire sobre el mar, espuma 
    que fuese nube en un cielo 
    con voz de mar? No hay más ruta 
    que este más allá mortal: 
    vértigo de una dulzura 
    que de más vida en más vida 
    se atropella, se derrumba, 
    -¡llega a tal embriaguez 
    el ser que desde su altura 
    conspira al derrumbamiento!- 
    y va a la noche desnuda 
    con un ansia de catástrofe, 
    o de postrer paz, en fuga 
    final ¿hacia qué reposos, 
    qué aplanamientos, qué anchuras? 
    ¿O hacia la aniquilación 
    desesperada? Concluya, 
    concluya tanta inminencia. 
    Todo se confía -nunca 
    más estrellas en el cielo-- 
    a su pesadumbre muda, 
    fatal. 
        ¡Sea! 
        Fatalmente 
    puede más que yo la angustia 
    que me entrega a la catástrofe, 
    -todo conmigo sucumba- 
    que no será... que no es 
    una catástrofe -¡brusca 
    perfección!- por más que abdique, 
    y se desplome y se hunda 
    -amor, amor realizado- 
    el alma en su carne: puras. 

    Jorge Guillén nació en 1893 en Valladolid y creció en el seno de una familia liberal. Cursó el bachillerato en Suiza y la carrera de letras en las universidades de Madrid y Granada. Vivió entre 1917 y 1923 en París, donde conoció a Paul Valéry, quien influyó de manera decisiva en su poesía y en su concepción estética general. Lector en Oxford y catedrático en Murcia y Sevilla, la guerra civil le llevó a un prolongado exilio en Estados Unidos, donde impartió clases en el Wellesley College y en la Universidad de Harvard. Al regresar del exilio, y una vez terminada la dictadura, recibió el Premio Cervantes en 1976 y fue nombrado miembro de honor de la Real Academia Española en 1978. Falleció en Málaga en 1984.