Mi vaquerillo, de José María Gabriel y Galán | Poema

    Poema en español
    Mi vaquerillo

    He dormido esta noche en el monte 
    con el niño que cuida mis vacas. 
    En el valle tendió para ambos 
    el rapaz su raquítica manta 
    ¡y se quiso quitar-¡pobrecito!- 
    su blusilla y hacerme almohada! 
    Una noche solemne de junio, 
    una noche de junio muy clara... 
    Los valles dormían, 
    los búhos cantaban, 
    sonaba un cencerro, 
    rumiaban las vacas... 
    y una luna de luz amorosa, 
    presidiendo la atmósfera diáfana, 
    inundaba los cielos tranquilos 
    de dulzuras sedantes y cálidas. 
    ¡Qué noches, qué noches! 
    ¡Qué horas, qué auras! 
    ¡Para hacerse de acero los cuerpos! 
    ¡Para hacerse de oro las almas! 
    Pero el niño ¡qué solo vivía! 
    ¡Me daba una lástima 
    recordar que en los campos desiertos 
    tan solo pasaba 
    las noches de junio 
    rutilantes, medrosas, calladas, 
    y las húmedas noches de octubre, 
    cuando el aire menea las ramas, 
    y las noches del turbio febrero, 
    tan negras, tan bravas, 
    con lobos y cárabos, 
    con vientos y aguas!... 
    ¡Recordar que dormido pudieran 
    pisarlo las vacas, 
    morderle en los labios 
    horrendas tarántulas, 
    matarlo los lobos, 
    comerlo las águilas!... 
    ¡Vaquerito mío! 
    ¡Cuán amargo era el pan que te daba! 
    Yo tenía un hijito pequeño 
    -hijo de mi alma, 
    que jamás te dejé si tu madre 
    sobre ti no tendía sus alas!- 
    y si un hombre duro 
    le vendiera las cosas tan caras!... 
    Pero ¿qué van a hablar mis amores, 
    si el niñito que cuida mis vacas 
    también tiene padres 
    con tiernas entrañas? 
    He pasado con él esta noche, 
    y en las horas de más honda calma 
    me habló la conciencia 
    muy duras palabras... 
    Y le dije que sí, que era horrible..., 
    que llorándolo el alma ya estaba. 
    El niño dormía 
    cara al cielo con plácida calma; 
    la luz de la luna 
    puro beso de madre le daba, 
    y el beso del padre 
    se lo puso mi boca en su cara. 
    Y le dije con voz de cariño 
    cuando vi clarear la mañana: 
    -¡Despierta, mi mozo, 
    que ya viene el alba 
    y hay que hacer una lumbre muy grande 
    y un almuerzo muy rico... ¡Levanta! 
    Tú te quedas luego 
    guardando las vacas, 
    y a la noche te vas y las dejas... 
    ¡San Antonio bendito las guarda!... 
    Y a tu madre a la noche le dices 
    que vaya a mi casa, 
    porque ya eres grande 
    y te quiero aumentar la soldada...