La tarde paga en oro divino las faenas. Se ven limpias mujeres vestidas de percales, trenzando sus cabellos con tilos y azucenas o haciendo sus labores de aguja, en los umbrales.
Mefistófela divina, miasma de fulguración, aromática infección de una fístula divina… ¡Fedra, Molocha, Caína, cómo tu filtro me supo! ¡A ti – ¡Santo Dios! – te cupo ser astro de mi desdoro; yo te abomino y te adoro
En un bostezo de horror, tuerce el estero holgazán su boca de Leviatán tornasolada de horror... Dicta el Sumo Redactor a la gran Sombra Profeta, y obsediendo la glorieta, como una insana clavija, rechina su idea fija la turbadora veleta.
Un gran salón. Un trono. Cortinas. Graderías. (Adonis ríe con Eros de algo que ha visto en Aspasia) Las lunas de los espejos muestran sus pálidos días, Y hay en el techo y la alfombra mil panoramas de Asia.
Decoración: La sala semeja una floresta Unos faunos sensuales persiguen a una driada, Cantos de aves sinfónicas hace vibrar la orquesta. (Pajes, Arqueros, Duendes y gente uniformada. )
Noche de tenues suspiros platónicamente ilesos: vuelan bandadas de besos y parejas de suspiros; ebrios de amor, los cefiros hinchan su leve pulmón, y los sauces en montón