Fiesta popular de ultratumba, de Julio Herrera y Reissig | Poema

    Poema en español
    Fiesta popular de ultratumba

    Un gran salón. Un trono. Cortinas. Graderías. 
    (Adonis ríe con Eros de algo que ha visto en Aspasia) 
    Las lunas de los espejos muestran sus pálidos días, 
    Y hay en el techo y la alfombra mil panoramas de Asia. 

    Las lámparas se consumen en amarillas lujurias, 
    Y las estufas se encienden en pubertades de fuego; 
    (Entran Sátiros, Gorgonas, Ménades, Ninfas y Furias; 
    Mientras recita unos versos el viejo patriarca griego). 

    Unos pajes a la puerta visten dorado uniforme; 
    Cruzan la sala doncellas ornadas con velos blancos. 
    (Anuncian: están Goliat y una señora biforme 
    Que tiene la mitad pez, Barba Azul y sus dos zancos). 

    Un buen Término se ríe de un efebo que se baña. 
    Todos tiemblan de repente. (Entra el Hércules nervudo) 
    Grita Petronio: ¡Falerno! Grita Luis Once: ¡Champaña! 
    (Grita un pierrot: ¡Menelao con un cuerno y un escudo!) 

    Todos ríen, sólo guardan seriedad Juno y Mahoma, 
    El gran César y Pompeyo, Belisario y otros nobles 
    Que no fueron muy felices en el amor. Se oyen dobles 
    Funerarios: es la Parca que se asoma... 

    (Todos tiemblan) los más viejos rezan, se esconden, murmuran. 
    Safo le besa la mano. Se oye de pronto un gran ruido, 
    Es Venus que llega: todos se desvisten, tiemblan, juran, 
    Se arrojan al suelo y sólo se oye un inmenso rugido 

    De fiera hambrienta: los hombres se abalanzan a la diosa, 
    (Ya no hay nadie que esté en calma, todos perdieron el juicio) 
    Todos la besan, la muerden, con una furia espantosa, 
    Y Adonis llora de rabia... En medio de ese desquicio 

    El Papa Borgia está orando (mientras pellizca a una niña), 
    Tan sólo un bardo protesta: Lamartine, con voz airada; 
    Para restaurar el orden se llamó a Marat. La niña 
    Duró un minuto y la escena vino a terminar en nada. 

    Con el ala en un talón entra Mercurio; profundo 
    Silencio halló el mensajero. El gran Voltaire guiñó un ojo 
    Como queriendo decir: ¡cuánto pedante en el mundo 
    Que piensa con los talones! (Juan lo miró de reojo. 
    Y un periodista que había se puso serio y muy rojo). 

    Entra Aladino y su lámpara. Entran Cleopatra y Filipo. 
    Entra la Reina de Saba. Entran Salomón y Creso. 
    (Con las pupilas saltadas se abalanzó un burgués rico, 
    Un banquero perdió el habla y otro se puso muy tieso). 

    'Mademoiselle Pompadour