Desolación absurda, de Julio Herrera y Reissig | Poema

    Poema en español
    Desolación absurda

    Je serai ton cercuil, 
    aimable pestilence!... 

     
    Noche de tenues suspiros 
    platónicamente ilesos: 
    vuelan bandadas de besos 
    y parejas de suspiros; 
    ebrios de amor, los cefiros 
    hinchan su leve pulmón, 
    y los sauces en montón 
    obseden los camalotes 
    como torvos hugonotes 
    de una muda emigración. 

    Es la divina hora azul 
    en que cruza el meteoro, 
    como metáfora de oro 
    por un gran cerebro azul. 
    Una encantada Estambul 
    surge de tu guardapelo 
    y llevan su desconsuelo 
    hacía vagos ostracismos 
    floridos sonambulismos 
    y adioses de terciopelo. 

    En este instante de esplín, 
    mi cerebro es como un piano 
    donde un aire wagneriano 
    toca el loco del esplín. 
    En el lírico festín 
    de la ontológica altura, 
    muestra la luna su dura 
    calavera torva y seca 
    y hace una rígida mueca 
    con su mandíbula oscura. 

    El mar, como gran anciano, 
    lleno de arrugas y canas, 
    junto a las playas lejanas 
    tiene rezongos de anciano. 

    Hay en acecho una mano 
    dentro del tembladeral; 
    y la supersustancial 
    vía láctea se me finge 
    la osamenta de una Esfinge 
    dispersada en un erial. 

    Cantando la tartamuda 
    frase de oro de una flauta, 
    recorre el eco su pauta 
    de música tartamuda. 
    El entrecejo de Buda 
    hinca el barranco sombrío, 
    abre un bostezo de hastío 
    la perezosa campaña, 
    y el molino es una araña 
    que se agita en el vacío. 

    ¡Deja que incline mi frente 
    en tu frente subjetiva, 
    en la enferma, sensitiva 
    media luna de tu frente, 
    que en la copa decadente 
    de tu pupila profunda 
    beba el alma vagabunda 
    que me da ciencias astrales 
    en las horas espectrales 
    de mi vida moribunda! 

    ¡Deja que rime unos sueños 
    en tu rostro de gardenia, 
    Hada de la neurastenia, 
    trágica luz de mis sueños! 
    Mercadera de beleños 
    llévame al mundo que encanta; 
    ¡soy el genio de Atalanta 
    que en sus delirios evoca 
    el ecuador de tu boca 
    y el polo de tu garganta! 

    Con el alma hecha pedazos, 
    tengo un Calvario en el mundo; 
    amo y soy un moribundo, 
    tengo el alma hecha pedazos: 
    ¡cruz me deparan tus brazos, 
    hiel tus lágrimas salinas, 
    tus diestras uñas espinas 
    y dos clavos luminosos 
    los aleonados y briosos 
    ojos con que me fascinas! 

    ¡Oh mariposa nocturna 
    de mi lámpara suicida, 
    alma caduca y torcida, 
    evanescencia nocturna; 
    linfática taciturna 
    de mi Nirvana opioso, 
    en tu mirar sigiloso 
    me espeluzna tu erotismo 
    que es la pasión del abismo 
    por el Ángel Tenebroso! 

    (Es media noche.) Las ranas 
    torturan en su acordeón 
    un 'piano' de Mendelssohn 
    que es un gemido de ranas; 
    habla de cosas lejanas 
    un clamoreo sutil; 
    Y con aire acrobatil, 
    bajo la inquieta laguna, 
    hace piruetas la luna 
    sobre una red de marfil. 
    Juega el viento perfumado, 
    con los pétalos que arranca, 
    una partida muy blanca 
    de un ajedrez perfumado; 
    pliega el arroyo en el prado 
    su abanico de cristal, 
    y genialmente anormal 
    finge el monte a la distancia 
    una gran protuberancia 
    del cerebro universal. 

    ¡Vengo a ti, serpiente de ojos 
    que hunden crímenes amenos, 
    la de los siete venenos 
    en el iris de sus ojos; 
    beberán tus llantos rojos 
    mis estertores acerbos, 
    mientras los fúnebres cuervos, 
    reyes de las sepulturas, 
    velan como almas oscuras 
    de atormentados protervos! 

    ¡Tú eres póstuma y marchita 
    misteriosa flor erótica, 
    miliunanochesca, hipnótica, 
    flor de Estigia ocre y marchita, 
    tú eres absurda y maldita, 
    desterrada del Placer, 
    la paradoja del ser 
    en el borrón de la Nada, 
    una hurí desesperada 
    del harem de Baudelaire! 

    ¡Ven, reclina tu cabeza 
    de honda noche delincuente 
    sobre mi tétrica frente, 
    sobre mi aciaga cabeza; 
    deje su indócil rareza 
    tú numen desolador, 
    que en el drama inmolador 
    de nuestros mudos abrazos 
    yo te abriré con mis brazos 
    un paréntesis de amor!