La blanca soledad, de Leopoldo Lugones | Poema

    Poema en español
    La blanca soledad

    Bajo la calma del sueño, 
    calma lunar, de luminosa seda, 
    la noche 
    como si fuera 
    el blando cuerpo del silencio, 
    dulcemente en la inmensidad se acuesta. 
    Y desata 
    su cabellera 
    en prodigioso follaje 
    de alamedas. 

    Nada vive sino el ojo 
    del reloj en la torre tétrica, 
    profundizando inútilmente el infinito 
    como un agujero abierto en la arena. 
    El infinito, 
    rodado por las ruedas 
    de los relojes, 
    como un carro que nunca llega. 

    La luna cava un blanco abismo 
    de quietud, en cuya cuenca 
    las cosas son cadáveres 
    y las sombras viven como ideas. 
    Y uno se pasma de lo próxima 
    que está la muerte en la blancura aquella, 
    de lo bello que es el mundo 
    poseído por la antigüedad de la luna llena, 
    y el ansia tristísima de ser amado 
    en el corazón doloroso tiembla. 

    Hay una ciudad en el aire, 
    una ciudad casi invisible suspensa, 
    cuyos vagos perfiles 
    sobre la clara noche transparentan, 
    como las rayas de agua en un pliego, 
    su cristalización poliédrica. 
    Una ciudad tan lejana, 
    que angustia con su absurda presencia. 

    ¿Es una ciudad o un buque 
    en el que fuésemos abandonando la tierra, 
    callados y felices 
    y con tal pureza, 
    que sólo nuestras almas 
    en la blancura plenilunar vivieran? 

    Y de pronto cruza un vago 
    estremecimiento por la luz serena. 
    Las líneas se desvanecen, 
    la inmensidad cámbiase en blanca piedra, 
    y sólo permanece en la noche aciaga 
    la certidumbre de tu ausencia.