Defensa del árbol, de Nicanor Parra | Poema

    Poema en español
    Defensa del árbol

    Por qué te entregas a esa piedra 
    niño de ojos almendrados 
    con el impuro pensamiento 
    de derramarla contra el árbol. 
    Quien no hace nunca daño a nadie 
    no se merece tan mal trato. 
    Ya sea sauce pensativo 
    ya melancólico naranjo 
    debe ser siempre por el hombre 
    bien distinguido y respetado: 
    niño perverso que lo hiera 
    hiere a su padre y a su hermano. 
    Yo no comprendo, francamente, 
    cómo es posible que un muchacho 
    tenga este gesto tan indigno 
    siendo tan rubio y delicado. 
    Seguramente que tu madre 
    no sabe el cuervo que ha criado, 
    te cree un hombre verdadero, 
    yo pienso todo lo contrario: 
    creo que no hay en todo Chile 
    niño tan malintencionado. 
    ¡Por qué te entregas a esa piedra 
    como a un puñal envenenado, 
    tú que comprendes claramente 
    la gran persona que es el árbol! 
    Él da la fruta deleitosa 
    más que la leche, más que el nardo; 
    leña de oro en el invierno, 
    sombra de plata en el verano 
    y, lo que es más que todo junto, 
    crea los vientos y los pájaros. 
    Piénsalo bien y reconoce 
    que no hay amigo como el árbol, 
    adonde quiera que te vuelvas 
    siempre lo encuentras a tu lado, 
    vayas pisando tierra firme 
    o móvil mar alborotado, 
    estés meciéndote en la cuna 
    o bien un día agonizando, 
    más fiel que el vidrio del espejo 
    y más sumiso que un esclavo. 
    Medita un poco lo que haces 
    mira que Dios te está mirando, 
    ruega al Señor que te perdone 
    de tan gravísimo pecado 
    y nunca más la piedra ingrata 
    salga silbando de tu mano.