Bella dama sin piedad, de Rosario Castellanos | Poema

    Poema en español
    Bella dama sin piedad

    Se deslizaba por las galerías. 

    No la vi. Llegué tarde, como todos, 
    y alcancé nada más la lentitud 
    púrpura de la cauda; la atmósfera vibrante 
    de aria recién cantada. 

    Ella no. Y era más 
    que plenitud su ausencia 
    y era más que esponsales 
    y era más que semilla en que madura el tiempo: 
    esperanza o nostalgia. 

    Sueña, no está. Imagina, no es. Recuerda, 
    se sustituye, inventa, se anticipa, 
    dice adiós o mañana. 

    Si sonríe, sonríe desde lejos, 
    desde lo que será su memoria, y saluda 
    desde Su antepasado pálido por la muerte. 

    Porque no es el cisne. Porque si la señalas 
    señalas una sombra en la pupila 
    profunda de los lagos 
    y del esquife sólo la estela y de la nube 
    el testimonio del poder del viento. 

    Presencia prometida, evocada. Presencia 
    posible del instante 
    en que cuaja el cristal, en que se manifiesta 
    el corazón del fuego. 

    El vacío que habita se llama eternidad.