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—¿Si soy casada? Sí. Esto quiere decir
que se levantó un acta en alguna oficina
y se volvió amarilla con el tiempo
y que hubo ceremonia en una iglesia
con padrinos y todo. Y el banquete
y la semana entera en Acapulco.
Se deslizaba por las galerías.
No la vi. Llegué tarde, como todos,
y alcancé nada más la lentitud
púrpura de la cauda; la atmósfera vibrante
de aria recién cantada.
Ella no. Y era más
que plenitud su ausencia
y era más que esponsales
y era más que semilla en que madura el tiempo:
esperanza o nostalgia.
Sueña, no está. Imagina, no es. Recuerda,
se sustituye, inventa, se anticipa,
dice adiós o mañana.
Si sonríe, sonríe desde lejos,
desde lo que será su memoria, y saluda
desde Su antepasado pálido por la muerte.
Porque no es el cisne. Porque si la señalas
señalas una sombra en la pupila
profunda de los lagos
y del esquife sólo la estela y de la nube
el testimonio del poder del viento.
Presencia prometida, evocada. Presencia
posible del instante
en que cuaja el cristal, en que se manifiesta
el corazón del fuego.
El vacío que habita se llama eternidad.