Mirándolos mientras duermen, de Sharon Olds | Poema

    Poema en español
    Mirándolos mientras duermen

    Cuando llego a casa tarde y es de noche y entro a besar a los niños 
    veo a mi hija con el brazo doblado alrededor de la cabeza, 
    su cara sumergida en lo inconsciente; 
    tan centrada por completo en su yo oscuro, 
    la boca que resopla con ligereza como alguien saciado 
    pero con una mueca leve de no haber tenido suficiente, 
    los ojos tan cerrados que uno pensaría que han girado sobre 
    el iris para mirar la parte posterior de la cabeza, 
    el globo ocular desnudo y marmóreo bajo el 
    párpado anhelante grueso y satisfecho, 
    descansa sobre la espalda en posición cerrada y de abandono 
    y el hijo en su habitación, oh, el hijo, está de lado en la cama, 
    una rodilla arriba como si estuviera escalando 
    peldaños escarpados en la noche, 
    y bajo el temblor fino de los párpados 
    sabes que sus ojos están abiertos de par en par, 
    mirando y vidriosos, con su azul 
    codicioso y cristalino en toda esta oscuridad, y 
    la boca está abierta, respira con dificultad por la subida 
    y jadea, la frente está arrugada 
    y pálida, los dedos largos encogidos, 
    la mano abierta, y en el centro de cada mano 
    la palma seca y sucia del niño 
    en calma, como si fuera una galleta. Lo miro en su 
    búsqueda, los músculos finos de sus brazos 
    apasionados y tensos, la miro a ella 
    con su rostro como el rostro de una serpiente que se hubiera tragado un ciervo, 
    contenta, contenta, y sé que si la despierto 
    sonreirá y volverá el rostro hacia mí 
    medio dormida y abrirá los ojos y 
    sé que si lo despierto a él 
    se sacudirá rápidamente y dirá No y se incorporará 
    y mirará a su alrededor en una inconsciencia 
    azulada, oh Señor, cómo 
    conozco a estos dos. Cuando el amor viene a mí y me pregunta 
    ¿Qué sabes? Respondo Esta niña, este niño.

    • Cuando mi marido me dejó, hubo un dolor que yo no 
      sentí, el dolor que siente quien pierde a aquel 
      a quien ama. No me empujaron 
      contra la rejilla de una vida oral, 
      sólo contra la verja, lentamente cerrada, 
      de la preferencia. A veces los envidiaba 

    • Estoy encerrada en una cajita de cedro 
      que tiene un cuadro de pastores pegado 
      al panel central entre tallas. La caja descansa sobre unas patas curvas. 
      Tiene una cerradura de oro en forma de corazón 
      y carece de llave. Intento escribir mi 

    • Cuando el médico residente auscultó el corazon detenido 
      yo lo miré, como si él o yo 
      fuéramos salvajes, fuéramos de otro mundo: 
      yo había perdido el lenguaje de los gestos, 
      no sabía qué significaba para un extraño 

    • Cuando llego a casa tarde y es de noche y entro a besar a los niños 
      veo a mi hija con el brazo doblado alrededor de la cabeza, 
      su cara sumergida en lo inconsciente; 
      tan centrada por completo en su yo oscuro, 
      la boca que resopla con ligereza como alguien saciado 

    • Nos decidimos a abortar, y juntos 
      nos volvimos asesinos. No cambió nada con 
      el próximo período: estaba muerta, esa pareja joven 
      que alguna vez había abrazado la vida. 
      Mientras lo discutíamos en la cama, el choque 
      no nos sorprendió. Fuimos a la ventana,