Sentimientos, de Sharon Olds | Poema

    Poema en español
    Sentimientos

    Cuando el médico residente auscultó el corazon detenido 
    yo lo miré, como si él o yo 
    fuéramos salvajes, fuéramos de otro mundo: 
    yo había perdido el lenguaje de los gestos, 
    no sabía qué significaba para un extraño 
    levantar la bata y ver el cuerpo desnudo de mi padre. 
    Mi rostro estaba mojado, el de mi padre 
    apenas húmedo con el sudor de su vida, 
    estos últimos minutos de trabajo duro. 
    Yo estaba recostada en la pared, en un rincón, 
    y él estaba echado en la cama, los dos hacíamos algo, 
    y todos los demás creían en el Dios Cristiano, 
    llamaban a mi padre la cáscara sobre la cama, 
    sólo yo sabía que se había ido del todo, 
    sólo yo le dije adiós a su cuerpo 
    que era todo cuanto él era. Sujeté con fuerza 
    su pie, pensé en ese anciano esquimal 
    que sostiene la popa de la canoa mortuoria, 
    y lo abandoné suavemente al mundo de las cosas. 
    Sentí la sequedad de sus labios 
    en los míos, sentí la levedad de mi beso 
    mover su cabeza sobre la almohada 
    así como se mueven las cosas 
    como por su propia cuenta en le agua mansa, 
    sentí sus cabellos de lobo en mis dedos, 
    se tambaleaban las paredes, el piso, 
    el techo giraba como si no estuviera yo 
    saliendo del cuarto sino el cuarto 
    alejándose de mí. Me hubiera gustado 
    quedarme a su lado, cabalgar junto a él 
    mientras lo llevaban al lugar donde lo cremarían, 
    verlo entrar a salvo en el fuego, 
    tocar sus cenizas tibias, y después llevar 
    mi dedo hasta mi lengua. A la mañana siguiente, 
    sentí el cuerpo de mi esposo 
    aplastándome dulcemente como una pesa 
    sobre algo blando, una fruta, su cuerpo asiéndome 
    a este mundo con firmeza. Sí, las lágrimas brotaron, 
    como el zumo o el azucar de la fruta. 
    Se adelgaza la piel, se rompe, se rasga: hay 
    leyes en este mundo y según ellas vivimos.

    • Cuando mi marido me dejó, hubo un dolor que yo no 
      sentí, el dolor que siente quien pierde a aquel 
      a quien ama. No me empujaron 
      contra la rejilla de una vida oral, 
      sólo contra la verja, lentamente cerrada, 
      de la preferencia. A veces los envidiaba 

    • Estoy encerrada en una cajita de cedro 
      que tiene un cuadro de pastores pegado 
      al panel central entre tallas. La caja descansa sobre unas patas curvas. 
      Tiene una cerradura de oro en forma de corazón 
      y carece de llave. Intento escribir mi 

    • Cuando el médico residente auscultó el corazon detenido 
      yo lo miré, como si él o yo 
      fuéramos salvajes, fuéramos de otro mundo: 
      yo había perdido el lenguaje de los gestos, 
      no sabía qué significaba para un extraño 

    • Cuando llego a casa tarde y es de noche y entro a besar a los niños 
      veo a mi hija con el brazo doblado alrededor de la cabeza, 
      su cara sumergida en lo inconsciente; 
      tan centrada por completo en su yo oscuro, 
      la boca que resopla con ligereza como alguien saciado 

    • Nos decidimos a abortar, y juntos 
      nos volvimos asesinos. No cambió nada con 
      el próximo período: estaba muerta, esa pareja joven 
      que alguna vez había abrazado la vida. 
      Mientras lo discutíamos en la cama, el choque 
      no nos sorprendió. Fuimos a la ventana,