Y de repente dije: Esto es la vida. Esto y no más. Palpé su forma cierta. La adiviné mortal. El alma, alerta, vibró un instante toda estremecida.
El rojo amor con honda sacudida - oh vida, oh viento- abrió la última puerta. Y allá, en el fondo de la estancia abierta, brilló mi muerte entre la luz dormida.
Esto es la vida, dije, esto es la muerte, ésta la tersa luz, la honda luz suave, la cósmica pasión, el sueño inerte.
Esto eres sólo, sí. Y con paso grave me adelanté hacia el fondo para verte, llegué a la puerta y di vuelta a la llave.
Arcángel derribado, el más hermoso de todos tú, el más bello, el que quisiste ser como Dios, ser Dios, mi arcángel triste, sueño mío rebelde y ambicioso.
No, corazón, no te hundas. Y vosotros, ojos, no queráis cerraros en llanto. La vida es mucho más larga, mucho más grande de lo que ahora supones, mucho más magnánima. ¿Te atreverás a decirle que te debe algo? Eres tú quien se lo debes todo.
Vidrio de una ventana entreabierta de julio Hasta mí que tendido descanso con cansancio feliz de sucesivos tiempos y espacios llega el verano su soplo vital cálido... Vidrio en el que ahora contemplo reflejadas las casas
¿De dónde llegas tú, ilusión de un día porvenir, tú, esperanza de un pasado nunca cumplido, pero que yo ahora evoco entre marchitas profecías o anticipo en nostalgia? De recuerdos y paciencias me nutro. Los ayeres y los mañanas dóciles acuden