Aquí he llegado, de Vicente Gerbasi | Poema

    Poema en español
    Aquí he llegado

    Aquí he llegado 
    para imponerme el conocimiento de la eternidad, 
    para ver rodar mi cabeza 
    tiempo abajo, 
    arena abajo, 
    alucinación abajo, 
    hacia el metálico redoble de los truenos 
    que confunden las montañas 
    en negros ámbitos azules. 

    Se detuvieron aquí las tribus, 
    se detuvieron aquí los profetas, 
    se detuvieron aquí los santos. 

    Venían las mujeres 
    y los niños. 
    Vestían pieles 
    de animales de los montes, 
    rudimentarios paños 
    a franjas de colores, 
    todos iluminados 
    en fuegos rituales. 

    Quisiera dejar un canto 
    para la eternidad, 
    enterrado en una vasija de barro, 
    un canto junto a mis huesos, 
    un salmo 
    para oír a Dios 
    en la música de un arpa, 
    para verlo en un fuego de nubes 
    sobre los pueblos siempre nuevos 
    edificando con la arena del desierto, 
    y para ver el desierto 
    que lleva su silencio 
    del día a la noche 
    como continuación del firmamento. 

    • Quieren olvidar que Dios resplandece a través del arcoíris; 
      que la brisa, en las calles tumultuosas, 
      es un recuerdo de las flautas escondidas en los bosques. 
      Quieren olvidar que en mí los días se mueven en el canto de las aves. 

    • Aquí he llegado 
      para imponerme el conocimiento de la eternidad, 
      para ver rodar mi cabeza 
      tiempo abajo, 
      arena abajo, 
      alucinación abajo, 
      hacia el metálico redoble de los truenos 
      que confunden las montañas 
      en negros ámbitos azules. 

    • Mi ser fluye en tu música, 
      bosque dormido en el tiempo, 
      rendido a la nostalgia de los lagos del cielo. 
      ¿cómo olvidar que soy oculta melodía 
      y tu adusta penumbra voz de los misterios? 
      He interrogado los aires que besan la sombra, 

    • Relámpago extasiado entre dos noches, 
      pez que nada entre nubes vespertinas, 
      palpitación del brillo, memoria aprisionada, 
      tembloroso nenúfar sobre la oscura nada, 
      sueño frente a la sombra: eso somos. 
      Por el agua estancada va taciturno el día, 

    • En la yerba tostada por el día, el sueño del caballo 
      nos rodea de flores, como el dibujo de un niño, 
      mientras la fruta cae del espeso follaje plateado, 
      que tiembla y brilla en las cigarras de una luz solitaria.