Canto III, de Vicente Gerbasi | Poema

    Poema en español
    Canto III

    Relámpago extasiado entre dos noches, 
    pez que nada entre nubes vespertinas, 
    palpitación del brillo, memoria aprisionada, 
    tembloroso nenúfar sobre la oscura nada, 
    sueño frente a la sombra: eso somos. 
    Por el agua estancada va taciturno el día, 
    doblegando los juncos hacia barcas de olvido. 
    El alma silenciosa en las violetas tiembla. 
    ¿No somos un secreto guardado por las horas? 
    Mirad cómo en el césped de la tarde 
    la mirada es un brillo de azahares, 
    cómo se esconde el ser 
    en el suspiro leve de las frondas. 
    Algo se cierra siempre en torno a nuestra frente. 
    El frío de las piedras corre por nuestra sangre. 
    Un susurrar de nardo desciende por los valles. 
    Y siempre el hombre solo, bajo el sol y los truenos, 
    perseguido por voces y látigos y dientes. 
    El hombre siempre solo, con su mirada, suya, 
    con sus recuerdos, suyos, y con sus manos, suyas. 
    El hombre interrogando a sus calladas sombras. 
    Escucha: yo te llamo desde mis soledades, 
    desde mis suspirantes comarcas de palmeras, 
    abiertas a los signos luminosos del cielo. 
    El viento se te enreda con nieblas siderales, 
    y te detiene al pie de negros abedules. 
    Venados de la luna van corriendo 
    por la antigua memoria, 
    y en tu silencio caen llamas del corazón. 

    • Quieren olvidar que Dios resplandece a través del arcoíris; 
      que la brisa, en las calles tumultuosas, 
      es un recuerdo de las flautas escondidas en los bosques. 
      Quieren olvidar que en mí los días se mueven en el canto de las aves. 

    • Relámpago extasiado entre dos noches, 
      pez que nada entre nubes vespertinas, 
      palpitación del brillo, memoria aprisionada, 
      tembloroso nenúfar sobre la oscura nada, 
      sueño frente a la sombra: eso somos. 
      Por el agua estancada va taciturno el día, 

    • En la yerba tostada por el día, el sueño del caballo 
      nos rodea de flores, como el dibujo de un niño, 
      mientras la fruta cae del espeso follaje plateado, 
      que tiembla y brilla en las cigarras de una luz solitaria. 

    • Aquí he llegado 
      para imponerme el conocimiento de la eternidad, 
      para ver rodar mi cabeza 
      tiempo abajo, 
      arena abajo, 
      alucinación abajo, 
      hacia el metálico redoble de los truenos 
      que confunden las montañas 
      en negros ámbitos azules. 

    • Mi ser fluye en tu música, 
      bosque dormido en el tiempo, 
      rendido a la nostalgia de los lagos del cielo. 
      ¿cómo olvidar que soy oculta melodía 
      y tu adusta penumbra voz de los misterios? 
      He interrogado los aires que besan la sombra,