204, de Álvaro Mutis | Poema

    Poema en español
    204

    Para Fernando López 
     

       I 


    Escucha Escucha Escucha 

    la voz de los hoteles, 
    de los cuartos aún sin arreglar, 
    los diálogos en los oscuros pasillos que adorna una raída alfombra escarlata, 
    por donde se apresuran los sirvientes que salen al amanecer como espantados murciélagos 

    Escucha Escucha Escucha 
    los murmullos en la escalera; las voces que vienen de la cocina, 
    donde se fragua un agrio olor a comida, que muy pronto estará en todas partes, 
    el ronroneo de los ascensores 

    Escucha Escucha Escucha 

    a la hermosa inquilina del «204» que despereza sus miembros 
    y se queja y extiende su viuda desnudez sobre la cama. De su cuerpo 
    sale un vaho tibio de campo recién llovido. 

    ¡Ay qué tránsito el de sus noches trem0lantes como las banderas en los estadios! 

    Escucha Escucha Escucha 

    el agua que gotea en los lavatorios, en las gradas que invade un resbaloso y maloliente verdín. 
    Nada hay sino una sombra, una tibia y espesa sombra que todo lo cubre. 

    Sobre esas losas -cuando el mediodía siembre de monedas el mugriento piso- 
    su cuerpo inmenso y blanco sabrá moverse dócil para las lides del tálamo y conocedor 
    de los más variados caminos. El agua lavará la impureza y renovará las fuentes del deseo. 

    Escucha Escucha Escucha 

    la incansable viajera, ella abre las ventanas y aspira el aire queviene de la calle. Un desocupado 
    la silba desde la acera del frente y ella estremece sus flancos en respuesta al incógnito llamado. 



       II 


    De la ortiga al granizo 
    del granizo al terciopelo 
    del terciopelo a los orinales 
    de los orinales al río 
    del río a las amargas algas 
    de las algas amargas a la ortiga 
    de la ortiga al granizo, 
    del granizo al terciopelo 
    del terciopelo al hotel 

    Escucha Escucha Escucha 

    la oración matinal de la inquilina 
    su grito que recorre los pasillos 
    y despierta despavoridos a los durmientes, 
    el grito del «204» 
    ¡Señor, Señor, por qué me has abandonado! 

    • Pienso a veces que ha llegado la hora de callar. 
      Dejar a un lado las palabras, 
      las pobres palabras usadas 
      hasta sus últimas cuerdas, 
      vejadas una y otra vez 
      hasta haber perdido 
      el más leve signo 
      de su original intención 

    • Por los árboles quemados después de la tormenta. 
      Por las lodosas aguas del delta. 
      Por lo que hay de persistente en cada día. 
      Por el alba de las oraciones. 
      Por lo que tienen ciertas hojas 
      en sus venas color de agua 
      profunda y en sombra. 

    • In memoriam J. G. D. 
       
      Bien sea en la orilla del río que baja de la cordillera 
      golpeando sus aguas contra troncos y metales dormidos, 
      en el primer puente que lo cruza y que atraviesa el tren 
      en un estruendo que se confunde con el de las aguas; 

    • Que te acoja la muerte 
      con todos tus sueños intactos. 
      Al retorno de una furiosa adolescencia, 
      al comienzo de las vacaciones que nunca te dieron, 
      te distinguirá la muerte con su primer aviso. 
      Te abrirá los ojos a sus grandes aguas, 

    • Un llanto 
      un llanto de mujer 
      interminable, 
      sosegado, 
      casi tranquilo. 
      En la noche, un llanto de mujer me ha despertado. 
      Primero un ruido de cerradura, 
      después unos pies que vacilan 
      y luego, de pronto, el llanto. 
      Suspiros intermitentes 

    • Cala tu miseria, 
      sondéala, conoce sus más escondidas cavernas. 
      Aceita los engranajes de tu miseria, 
      ponla en tu camino, ábrete paso con ella 
      y en cada puerta golpea 
      con los blancos cartílagos de tu miseria. 
      Compárala con la de otras gentes