Cita, de Álvaro Mutis | Poema

    Poema en español
    Cita

    In memoriam J. G. D. 
     
    Bien sea en la orilla del río que baja de la cordillera 
    golpeando sus aguas contra troncos y metales dormidos, 
    en el primer puente que lo cruza y que atraviesa el tren 
    en un estruendo que se confunde con el de las aguas; 
    allí, bajo la plancha de cemento, 
    con sus telarañas y sus grietas 
    donde moran grandes insectos y duermen los murciélagos; 
    allí, junto a la fresca espuma que salta contra las piedras; 
    allí bien pudiera ser. 
    O tal vez en un cuarto de hotel, 
    en una ciudad a donde acuden los tratantes de ganado, 
    los comerciantes en mieles, los tostadores de café. 
    A la hora de mayor bullicio en las calles, 
    cuando se encienden las primeras luces 
    y se abren los burdeles 
    y de las cantinas sube la algarabía de los tocadiscos, 
    el chocar de los vasos y el golpe de las bolas de billar; 
    a esa hora convendría la cita 
    y tampoco habría esta vez incómodos testigos, 
    ni gentes de nuestro trato, 
    ni nada distinto de lo que antes te dije: 
    una pieza de hotel, con su aroma a jabón barato 
    y su cama manchada por la cópula urbana 
    de los ahítos hacendados. 
    O quizá en el hangar abandonado en la selva, 
    a donde arrimaban los hidroaviones para dejar el correo. 
    Hay allí un cierto sosiego, un gótico recogimiento 
    bajo la estructura de vigas metálicas 
    invadidas por el óxido 
    y teñidas por un polen color naranja. 
    Afuera, el lento desorden de la selva, 
    su espeso aliento recorrido 
    de pronto por la gritería de los monos 
    y las bandadas de aves grasientas y rijosas. 
    Adentro, un aire suave poblado de líquenes 
    listado por el tañido de las láminas. 
    También allí la soledad necesaria, 
    el indispensable desamparo, el acre albedrío. 
    Otros lugares habría y muy diversas circunstancias; 
    pero al cabo es en nosotros 
    donde sucede el encuentro 
    y de nada sirve prepararlo ni esperarlo. 
    La muerte bienvenida nos exime de toda vana sorpresa.