El cordero con garras de león, de Concepción Arenal | Poema

    Poema en español
    El cordero con garras de león

    Sintiéndose enferma, vieja, 
    y viendo cerca la muerte, 
    con harto pesar advierte 
    su fin próximo una oveja. 

    Y si el momento postrero 
    mira con dolor profundo, 
    más que por dejar el mundo 
    es por su tierno cordero. 

    «De los peligros el nombre 
    -dice- ignoras, pobre bobo; 
    lo que es el hambre en el lobo 
    y lo que es gula en el hombre. 

    Mas yo sé dónde te dejo 
    y poco en la suerte espero, 
    pues como el rey, el carnero 
    rara vez muere el viejo.» 

    Afligida y pesarosa 
    inclina la triste frente, 
    mas le ocurre de repente 
    una idea luminosa. 

    «¡Idea de salvación! 
    ¡Consuelo a mal tan acerbo! 
    -exclama-; ¡si yo conservo 
    las garras de un gran león! 

    ¡Ah! Mi corazón predijo 
    cuando las oculté un día 
    que con ellas dar podría 
    defensa a mi pobre hijo!» 

    Hace un esfuerzo postrero, 
    las busca en pocos instantes, 
    y a la manera de guantes 
    se las coloca al cordero. 

    Sale el pobrete a campaña 
    y, aunque tarde, echa de ver 
    que en quererle defender 
    así, su madre se engaña. 

    Vese tan embarazado 
    con las garras para andar 
    que, aún queriéndolo evitar, 
    quédase atrás rezagado. 

    Y cuando su madre, llena 
    de dulce consuelo, expira 
    porque seguro le mira, 
    sirve a los lobos de cena. 

    Que si el maternal amor 
    por disculpable quimera 
    le dio las garras de fiera, 
    no la fuerza ni el valor. 

    Siempre un éxito fatal 
    guarda la naturaleza 
    al que incurre en la torpeza 
    de olvidar su natural. 

    En llegando la ocasión, 
    el más vano y altanero 
    hará lo que hizo el cordero 
    con las garras del león. 

    Concepción Arenal (El Ferrol, 1820 - Vigo, 1893). Estudió en Madrid Derecho, Sociología, Historia, Filosofía e idiomas, teniendo incluso que acudir a clase disfrazada de hombre. Colaboró con Fernando de Castro en el Ateneo Artístico y Literario de Señoras, precedente de posteriores iniciativas en pro de la educación de la mujer como medio para alcanzar la igualdad de derechos. Dedicó buena parte de un inagotable activismo social e intelectual al estudio crítico de la realidad penal española. Se sirve de la experiencia acumulada en el desempeño de cargos oficiales de visitadora de cárceles de mujeres de A Coruña (1863) e inspectora de casas de corrección de mujeres (1868-1873) y, sobre todo, de su talento, sensibilidad e intuición para la redacción de obras que la sitúan en un puesto de gran relevancia en estudios penales europeos: Cartas a los delincuentes (1865), Estudios penitenciarios (1877). O visitador do preso (1893) es una de las obras de referencia para el estudio de las ideas centrales de su pensamiento penal. Valiente y adelantada a su tiempo, partidaria de un sistema penal moderno que hiciese posible la corrección del preso, las aspiraciones reformistas de Arenal se materializan con la llegada de la Segunda República.