Cierto día de verano
y en la falda de unas sierras,
en conversación dos perras
estábanse mano a mano.
Mastina, joven, valiente
con los lobos cual ninguna,
era resuelta la una
a la par que inteligente.
Largo hocico y mala traza
tenía su compañera,
mestiza, y que no dijera
el mismo Buffon su raza.
Con los perros acontece
cual con hombre o con mujer:
no siempre es fácil saber
a qué casta pertenece.
Digo que en coversación
estaban los animales,
y entre otras cosas formales,
trataron de educación.
«Barato, paciente y diestro,
para que enseñe a mi hijo,
busco -la mastina dijo-
hace días un maestro.»
«¡Un maestro! ¡Tú estás loca!
-le replicó la mestiza-;
mira a ver si descuatiza
un cabrito con la boca.
Si con un lobo la lucha
puede fuerte sostener
y las vacas defender.
Lo demás es paparrucha.
Yo nada enseño a los míos
y ellos saben muy bastante;
es idea extravagante
dar en tales desvaríos.
Y es locura ese tu celo
excesivo, aun para madre;
como ha vivido su padre
vivan, y como su abuelo.
Más cuerda te creí; ¡bah!
Deja tamaña quimera
que si ello hacerse pudiera
otro lo hubiera hecho ya.
Lo que nadie osó intentar
¿quién intentar imagina?»
«Ello -dijo la mastina-,
por alguno ha de empezar.
Y cierto vale la pena
de buscar cosa mejor,
que la vida de un pastor,
no es a la verdad muy buena.
Siempre por breñas y cerros,
mucho lobo y poco pan,
no dice mal el refrán
que dice: 'vida de perros'.
¡Cuán distinta la existencia
fuera de un perro instruido!
Carne, pescado, embutido,
leche y queso con frecuencia.
Y grandes comodidades
de cama y habitación,
con la sola obligación
de hacer sus habilidades.»
«¡Cómo deliras!» «¿Por qué?»
«Eso que diciendo estás
cierto no será jamás. »
«¿La razón?» «Que nunca fue.»
«¿Y si fuese?» «¡Bah!, patrañas;
digo que es linda ocurrencia.»
«Pues con toda tu prudencia
amiga mía, te engañas.
Sé de un perro que trabaja
de su amo en la compañia,
y juega a la lotería
y también a la baraja.
Entre más de cuatrocientas
personas, mira uno el amo,
y él corre y le lleva un ramo,
y adivina y echa cuentas.
El hambre le es conocida
sólo por los demás canes;
para otros llena de afanes,
es dulce para él la vida.
Con esto su merced vea
cómo el juicio no he perdido,
y como el que no haya sido
no es razón de que no sea.»
Como esta perra mestiza,
¿quién no ha visto algún varón
con su inflexible razón
y con su ciencia postiza?
Si mediano o mediania
tuviera que definir,
como tengo de morir
a si lo definiría:
mediano, cierto animal
que se dice pensador,
para quien innovador
y loco o necio es igual.
Concepción Arenal (El Ferrol, 1820 - Vigo, 1893). Estudió en Madrid Derecho, Sociología, Historia, Filosofía e idiomas, teniendo incluso que acudir a clase disfrazada de hombre. Colaboró con Fernando de Castro en el Ateneo Artístico y Literario de Señoras, precedente de posteriores iniciativas en pro de la educación de la mujer como medio para alcanzar la igualdad de derechos. Dedicó buena parte de un inagotable activismo social e intelectual al estudio crítico de la realidad penal española. Se sirve de la experiencia acumulada en el desempeño de cargos oficiales de visitadora de cárceles de mujeres de A Coruña (1863) e inspectora de casas de corrección de mujeres (1868-1873) y, sobre todo, de su talento, sensibilidad e intuición para la redacción de obras que la sitúan en un puesto de gran relevancia en estudios penales europeos: Cartas a los delincuentes (1865), Estudios penitenciarios (1877). O visitador do preso (1893) es una de las obras de referencia para el estudio de las ideas centrales de su pensamiento penal. Valiente y adelantada a su tiempo, partidaria de un sistema penal moderno que hiciese posible la corrección del preso, las aspiraciones reformistas de Arenal se materializan con la llegada de la Segunda República.