«¿Decidme por qué razón
uno al hierro, otro al acero,
comparaba D. Antero
a Nemesio y a León?»
«Porque con los dos metales
gran semejanza se advierte:
uno débil, otro fuerte,
vinieron al mundo iguales.
Fiero, de altivo mirar,
de indomable corazón,
lima parece León
que no se deja rayar.
Más patente ser no puede
en los dos la diferencia:
Nemesio sin resistencia
dóblase al instante y cede.»
«¿Por qué tan débil será
y el otro tan esforzado?»
«Muy sencillo: está templado
uno, el otro no lo está.»
«¿Mas cuál fuerza esa eficacia
tiene? Decidme su nombre.
¿Quién ese temple dá a el hombre?»
«Hijo mío, la desgracia.»