Poema 520. Salí temprano, de Emily Dickinson | Poema

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    Poema 520. Salí temprano

    Salí temprano. 
    Cogí a mi perro y visité el mar. 
    Las sirenas de las profundidades 
    salieron para verme, 

    y las fragatas, en la superficie, 
    me arrojaron sus manos de cáñamo, 
    creyendo que yo era un ratón 
    en las arenas, atrapado. 

    Pero nadie me sacó. 
    Y la marea me cubrió los zapatos, 
    y el delantal, y el cinturón, 
    y me cubrió el corpiño también. 

    Y parecía que me iba a tragar, 
    como si fuera yo una gota de rocío 
    en la hoja de un diente de león. 
    Y entonces, yo también me moví. 

    El mar me seguía de cerca. 
    Sentía sus ondas de plata 
    en mi tobillo; después, 
    mis zapatos rebosaron perlas. 

    Hasta que llegamos a la ciudad segura. 
    Él parecía no conocer a nadie allí, 
    y, saludándome, con una mirada poderosa, 
    el mar se retiró. 

    Temo a la persona de pocas palabras. 
    Temo a la persona silenciosa. 
    Al sermoneador, lo puedo aguantar; 
    al charlatán, lo puedo entretener. 

    Pero con quien cavila 
    mientras el resto no deja de parlotear, 
    con esta persona soy cautelosa. 
    Temo que sea una gran persona.

    I started early, took my dog

    I started early, took my dog, 
    and visited the sea; 
    the mermaids in the basement 
    came out to look at me, 

    and frigates in the upper floor 
    extended hempen hands, 
    presuming me to be a mouse 
    aground, upon the sands. 

    But no man moved me till the tide 
    went past my simple shoe, 
    and past my apron and my belt, 
    and past my bodice too, 

    and made as he would eat me up 
    as wholly as a dew 
    upon a dandelion's sleeve — 
    and then I started too. 

    And he — he followed close behind; 
    I felt his silver heel 
    upon my ankle, — then my shoes 
    would overflow with pearl. 

    Until we met the solid town, 
    no man he seemed to know; 
    and bowing with a mighty look 
    at me, the sea withdrew.

    Emily Elizabeth Dickinson (Amherst, Massachusetts), fue una poeta estadounidense. Su poesía apasionada le ha colocado en el reducido panteón de poetas fundamentales estadounidenses junto a Edgar Allan Poe, Ralph Waldo Emerson y Walt Whitman. Dickinson procedía de una familia de prestigio y poseía fuertes lazos con su comunidad, aunque vivió gran parte de su vida recluida en su casa. Los conocidos de Dickinson probablemente sabían de sus escritos pero no fue hasta después de su muerte, en 1886, cuando Lavinia, la hermana pequeña de Dickinson, descubrió los poemas que Emily guardaba y se logró hacer evidente la amplitud de su obra.