Los pájaros empezaron a las cuatro-
el período del alba-
una música numerosa como el espacio-
pero aledaña al día-
no podía medir su fuerza-
sus voces se derrochaban
como arroyo al arroyo se entrega
para multiplicar el estanque.
Sus testigos no estaban-
excepto un hombre fortuito-
en casera vestimenta ataviado-
para enfrentar la mañana-
no era por aplausos-
que yo podía atestiguar-
sino por éxtasis independiente
de deidad y de hombres-
a las seis, el diluvio pasó-
ningún tumulto hubo
de vestimenta o de partida-
y asimismo la banda había volado-
el sol absorbió el este-
el día controló el mundo-
el milagro introducido
fue olvidado, cumplido.
Emily Elizabeth Dickinson (Amherst, Massachusetts), fue una poeta estadounidense. Su poesía apasionada le ha colocado en el reducido panteón de poetas fundamentales estadounidenses junto a Edgar Allan Poe, Ralph Waldo Emerson y Walt Whitman. Dickinson procedía de una familia de prestigio y poseía fuertes lazos con su comunidad, aunque vivió gran parte de su vida recluida en su casa. Los conocidos de Dickinson probablemente sabían de sus escritos pero no fue hasta después de su muerte, en 1886, cuando Lavinia, la hermana pequeña de Dickinson, descubrió los poemas que Emily guardaba y se logró hacer evidente la amplitud de su obra.