Como cada mañana, de Luis García Montero | Poema

    Poema en español
    Como cada mañana

    Ahora sé 
    que estas calles nos han hecho solitarios 
    y nuestro corazón 
    tiene el pulso amarillo 
    de las maderas lentas de un tranvía. 

    Sobre su cuerpo viejo 
    andábamos despacio, de forma irregular, 
    con una simetría parecida a los árboles. 

    Era hermoso acudir 
    cada mañana 
    y respetar la cita con la hiedra 
    del muro, 
    los ropajes cansados de las casas estrechas 
    y de las calles sucias. Agradable 
    cruzar sobre algún puente, 
    detenerse lo exacto 
    para ver cómo el agua discute en las orillas. 

    En su jardín olimos 
    los primeros inviernos, su curso indefinido 
    por entre las palmeras. 
    Casi nadie pasaba, 
    sólo había 
    cuarenta sillas rojas 
    de los bares cerrados y alguna soledad 
    definitiva. 

    Durante muchos años, 
    durante tantos días que pasaron 
    el uno tras el otro, 
    el deber era un cierto paseo solitario, 
    la cita con un rumbo que sólo desviamos 
    para pisar las horas que caían, 
    los sueños que faltaban, 
    la superficie helada de los charcos, 
    para saltar los setos 
    o besamos las uñas moradas por el frío. 
    Y llegando a la puerta solíamos comprar 
    pequeños caramelos de nata o de violetas. 

    Entrábamos por fin para mezclamos 
    como cada mañana de la vida 
    con el paso cansado, los azulejos fríos 
    de un mundo hecho en latín 
    y números romanos. 

    Ahora sé 
    que en aquella ciudad deshabitada 
    la gente andaba triste, 
    con una soledad definitiva 
    llena de abrigos largos y paraguas.