¡Todo hacia la muerte avanza de concierto, toda la vida es mudanza hasta ser muerto! ¡Quién vio por tierra rodado el almenar y tan alto levantado el muladar! ¡Mi existir se cambia y muda todo entero, como árbol que se desnuda en el enero! ¡Fueron mis goces auroras de alegrías, más fugaces que las horas de los días! ¡Y más que la lanzadera en el telar, y la alondra, tan ligera en el volar! ¡AIma, en tu recinto acoge al dolor, como la espiga en la troje el labrador! ¡Levántate, corazón, que estás muerto! ¡Esqueleto de león en el desierto! ¡Pide a la muerte posada, peregrino, como espiga que granada va al molino! ¡La vida!... Polvo en el viento volador. ¡Solo no muda el cimiento del dolor!
Ingrata la luz de la tarde, la letanía en gris de plomo, los olivos de azul cobarde, el campo amarillo de cromo. Se merienda sobre el camino, entre polvo y humo de churros, y manchan las heces del vino las chorreras de los baturros.
Mis sentidos tornan a ser infantiles, tiene el mundo una gracia matinal, mis sentidos como gayos tamboriles cantan en la entraña del azul cristal con rítmicos saltos plenos de alegría, cabalga en el humo de mi pipa Puk,
Por el Sol se enciende mi verso retórico, que hace geometría con el español, y en la ardiente selva de un mundo alegórico, mi flauta preludia: Do-Re-Mi-Fa-Sol.
En San Fernando del Cabo, perla marina de España, residía un oficial con dos cruces pensionadas, recompensa a sus servicios en guarnición y en campaña. Sin escuchar el consejo de amigos que le apreciaban, casó con una coqueta,
¡Todo hacia la muerte avanza de concierto, toda la vida es mudanza hasta ser muerto! ¡Quién vio por tierra rodado el almenar y tan alto levantado el muladar! ¡Mi existir se cambia y muda todo entero, como árbol que se desnuda
