Los gatos lo sabrán, de Cesare Pavese | Poema

    Poema en español
    Los gatos lo sabrán

    Aún caerá la lluvia 
    sobre dulces empedrados, 
    una lluvia ligera 
    como un hálito o un paso. 
    Aún la brisa y el alba 
    florecerán ligeras 
    como bajo tu paso, 
    y tú regresarás. 
    Entre flores y alféizares, 
    los gatos lo sabrán. 

    Llegarán otros días, 
    llegarán otras voces. 
    Sonreirás sola. 
    Los gatos lo sabrán. 
    Oirás viejas palabras, 
    vanas y cansadas 
    como vestidos usados 
    de las fiestas pasadas. 

    Tú también harás gestos. 
    Responderás palabras; 
    rostro de primavera, 
    tú también harás gestos. 

    Los gatos lo sabrán, 
    rostro de primavera, 
    y la lluvia ligera, 
    el alba de jacinto, 
    que el corazón lacera 
    de quien no te espera, 
    son la triste sonrisa 
    que tú sonríes sola, 
    Llegarán otros días, 
    voces y despertares. 
    Sufriremos al alba, 
    rostro de primavera. 



    10 de abril 1950

    Cesare Pavese (1908-1950) nació en Santo Stefano Belbo, un pequeño pueblo del Piamonte. Además de traductor y editor, fue uno de los escritores más destacados de la historia de la literatura italiana. Su carácter introspectivo y solitario marcó toda su obra, muy ligada a los lugares donde creció y caracterizada por un delicado matiz intimista. A causa de su declarado antifascismo fue confinado durante tres años por el régimen de Mussolini en una pequeña población de Calabria, experiencia que lo marcó profundamente bajo el punto de vista humano y literario. Suyas son algunas de las obras más valiosas del siglo XX italiano. Entre ellas: El diablo en las colinas (1948), La luna y las fogatas (1950) o su magnífico diario publicado póstumamente, El oficio de vivir (1952). Se suicidó en Turín con 42 años. 

    • ¿Aún ríe tu cuerpo con la intensa caricia 
      de la mano o del aire y en ocasiones reencuentra 
      en el aire otros cuerpos? Muchos de ellos retornan 
      con un temblor de la sangre, con una nada. También el cuerpo 
      que se tendió a tu flanco te busca en esta nada. 

    • entre los tallos delgados: la mujer le muerde los cabellos 
      y después muerde la hierba. Entre la hierba, sonríe turbada. 
      Coge el hombre su mano delgada y la muerde 
      y se apoya en su cuerpo. Ella le echa, haciéndole dar tumbos. 

    • El solitario –quien ha estado en prisión- vuelve a su encierro 
      cada vez que muerde un pedazo de pan. 
      En prisión soñaba con una liebre que huía 
      sobre la tierra invernal. En la niebla de invierno 
      el solitario vive tras los muros del camino, bebiendo 

    • Demasiado mar. Ya hemos visto bastante mar. 
      Al atardecer, cuando el agua se extiende, pálida 
      y diluida en la nada, mi amigo la contempla 
      mientras yo lo miro, ambos en silencio. 
      Por la noche nos encerramos en el fondo de una cantina, 

    • Llueve sin ruido sobre el prado del mar. 
      Nadie pasa por las sucias calles. 
      Una mujer sola bajó del tren: 
      pudieron verse bajo el abrigo las blancas enaguas 
      y las piernas que se eclipsaron en una puerta oscura. 

    • Estoy vivo y he sorprendido las estrellas en el alba. 
      Mi compañera continúa durmiendo y lo ignora. 
      Mis compañeros duermen todos. La clara jornada 
      se me revela más limpia que los rostros aletargados.