Los dos herradores, de Concepción Arenal | Poema

    Poema en español
    Los dos herradores

    Yo conocí un mariscal, 
    vulgo albéitar o herrador, 
    sempiterno clavador 
    de todo pobre animal. 

    Lo parece, mas no es cuento: 
    tan buena maña se daba 
    que los caballos clavaba 
    noventa y nueve de ciento. 

    Era antiguo en el lugar, 
    y había en la vecindad 
    un mozo de habilidad 
    que acababa de llegar. 

    Pasaron dos viajeros 
    cuyas dos cabalgaduras 
    venían sin herraduras 
    en los remos delanteros. 

    Infórmanse de un vecino 
    que les da cuenta cabal 
    del antiguo mariscal, 
    y del que hace poco vino. 

    «El viejo es malo en verdad, 
    el otro no se ha estrenado; 
    varios me han asegurado 
    que es mozo de habilidad.» 

    «Con él voy -dijo Perico-, 
    que siendo el otro tan lerdo 
    en probar ¿qué diablos pierdo? 
    ¿Tú qué piensas hacer, chico?» 

    «Lo que es razón he de hacer, 
    -Andrés replicó atrevido-. 
    Vale más mal conocido 
    que bueno por conocer.» 

    Y diciendo esta sandez 
    vase al viejo sin demora; 
    al cabo de media hora 
    pónense en marcha otra vez. 

    Vuela de Perico el jaco, 
    a poco, dícele Andrés; 
    «Esta cojea, ¿no ves?» 
    «Sí, por vida del dios Baco.» 

    Y era tan urgente el caso 
    que, antes de andar media legua, 
    clavada la pobre yegua 
    no podía dar un paso. 

    «Me alegro, por San Beltrán, 
    -exclamó Pedro con risa- 
    vete ahora, si tienes prisa. 
    Caballero en tu refrán. 

    Cuando el refrán es prudente 
    yo como nadie le aprecio, 
    mas de los que están en necio 
    me río bonitamente. 

    Y creo razón tener 
    cuando siempre he preferido 
    a lo malo conocido 
    lo bueno por conocer.» 

    Concepción Arenal (El Ferrol, 1820 - Vigo, 1893). Estudió en Madrid Derecho, Sociología, Historia, Filosofía e idiomas, teniendo incluso que acudir a clase disfrazada de hombre. Colaboró con Fernando de Castro en el Ateneo Artístico y Literario de Señoras, precedente de posteriores iniciativas en pro de la educación de la mujer como medio para alcanzar la igualdad de derechos. Dedicó buena parte de un inagotable activismo social e intelectual al estudio crítico de la realidad penal española. Se sirve de la experiencia acumulada en el desempeño de cargos oficiales de visitadora de cárceles de mujeres de A Coruña (1863) e inspectora de casas de corrección de mujeres (1868-1873) y, sobre todo, de su talento, sensibilidad e intuición para la redacción de obras que la sitúan en un puesto de gran relevancia en estudios penales europeos: Cartas a los delincuentes (1865), Estudios penitenciarios (1877). O visitador do preso (1893) es una de las obras de referencia para el estudio de las ideas centrales de su pensamiento penal. Valiente y adelantada a su tiempo, partidaria de un sistema penal moderno que hiciese posible la corrección del preso, las aspiraciones reformistas de Arenal se materializan con la llegada de la Segunda República.