En amor y compañía,
con numerosos testigos,
dos hombres, no sé si amigos,
estaban jugando un día.
Y a ti, que vas a escuchar
el cuento, diré de paso,
por ser cosa que hace al caso,
que no era juego de azar.
Estaba el un campeón
silencioso, concentrado,
sin mirar a ningún lado
ni oír la conversación,
y contraída la frente
y su rostro echando fuego,
cual si tuviera deljuego
honor y vida pendiente.
El otro, que las jugadas
piensa muy pocos instantes,
charla con los circunstantes,
y da grandes carcajadas.
Y sin cuidado maldito,
ni callado está ni quedo;
si gana, le importa un bledo,
si pierde, se le da un pito.
Había en la concurrencia,
de diversa catadura,
un hombre de edad madura,
y un joven ain esperiencia.
Preguntóle el viejo: «¿Cuál
de aquellos dos jugadores
con circunstancias mejores
te parece, y más formal?»
«¡Bah! -dijo el mozo-, pues cabe
buena duda en mi opinión:
el uno un botaratón,
tan serio el otro, tan grave.»
«¡Qué solemne disparate
crees! -repuso el anciano-;
apostara yo una mano
en favor del botarate.
¡Por dios, que ha de tener seso!;
y ser un gran calabaza
con toda su grave traza
pensativo el otro y tieso.
El de actividad febril,
el de meditar capaz,
busca un rato de solaz
en la diversión pueril.
Mas la pueril diversión,
es objeto de gran precio
porque busca en ella el necio
no descanso, ocupación.
Mira el uno con desden
las victorias de tablero,
piensa el otro majadero
que mucho lustre le den.»
Mal sienta la gravedad
en negocio que no es grave.
A majaderia sabe
y trasciende a vanidad.
Al notar esta señal
quedo para mí dudando
si quien es formal jugando
jugará en casa formal.