La costurerita que dio aquel mal paso y lo peor de todo, sin necesidad con el sinvergüenza que no la hizo caso después según dicen en la vecindad
se fue hace dos días. Ya no era posible fingir por más tiempo. Daba compasión verla aguantar esa maldad insufrible de las compañeras, ¡tan sin corazón!
Aunque a nada llevan las conversaciones, en el barrio corren mil suposiciones y hasta en algo grave se llega a creer.
¡Qué cara tenía la costurerita, qué ojos más extraños, esa tardecita que dejó la casa para no volver!
Cuando escucho el rojo violín de tu risa, en el que olvidados acordes evocas, un cálido vino — licor de bohemia — me llena el cerebro de músicas locas.
Desde hace una semana falta ese parroquiano que tiene una mirada tan llena de tristeza y, que todas las noches, sentado junto al piano bebe, invariablemente, su vaso de cerveza
Has vuelto, organillo. En la acera hay risas. Has vuelto llorón y cansado como antes. El ciego te espera las más de las noches sentado a la puerta. Calla y escucha. Borrosas memorias de cosas lejanas evoca en silencio, de cosas