Con la vista clavada sobre la copa
se hallaba abstraído el padre desde hace rato:
pocos momentos hace que rechazó el plato
del cual apenas quiso probar la sopa.
El otoño, muchachos. Ha llegado
sin sentirlo siquiera,
lluvioso, melancólico, callado.
El familiar bullicio de la acera
tan alegre en las noches de verano
se va apagando a la oración. La gente
abandona las puertas más temprano.
Las abandona silenciosamente.
Tardecita de otoño, el ciego entona
menos frecuente el aire que en la esquina
gemía el organillo ¡qué tristona
anda, desde hace días, la vecina!
¿La tendrá así algún nuevo desengaño?
Otoño melancólico y lluvioso,
¿qué dejarás, otoño, en casa este año?
¿Qué hoja te llevarás? Tan silencioso
llegas que nos das miedo.
Sí, anochece
y te sentimos, en la paz casera,
entrar sin un rumor ¡cómo envejece
nuestra tía soltera!