Amante de las flores, de Louise Glück | Poema

    Poema en español
    Amante de las flores

    En nuestra familia, todos aman las flores. 
    Por eso las tumbas nos parecen tan extrañas: 
    sin flores, sólo herméticas fincas de hierba 
    con placas de granito en el centro: 
    las inscripciones suaves, la leve hondura de las letras 
    llena de mugre algunas veces... 
    Para limpiarlas, hay que usar el pañuelo. 

    Pero en mi hermana, la cosa es distinta: 
    una obsesión. Los domingos se sienta en el porche de mi madre 
    a leer catálogos. Cada otoño, siembra bulbos junto a los escalones de 
    ladrillo. 
    Cada primavera, espera las flores. 
    Nadie discute por los gastos. Se sobreentiende 
    que es mi madre quien paga; después de todo, 
    es su jardín y cada flor 
    es para mi padre. Ambas ven 
    la casa como su auténtica tumba. 

    No todo prospera en Long Island. 
    El verano es, a veces, muy caluroso, 
    y a veces, un aguacero echa por tierra las flores. 
    Así murieron las amapolas, en un día tan sólo, 
    eran tan frágiles...

    • Se me secó el alma. 
      Como un alma arrojada al fuego, pero no del todo, 
      no hasta la aniquilación. Sedienta, 
      siguió adelante. Crispada, 
      no por la soledad sino por la desconfianza, 
      el resultado de la violencia. 

    • En nuestra familia, todos aman las flores. 
      Por eso las tumbas nos parecen tan extrañas: 
      sin flores, sólo herméticas fincas de hierba 
      con placas de granito en el centro: 
      las inscripciones suaves, la leve hondura de las letras 
      llena de mugre algunas veces... 

    • Háblame, corazón dolorido: ¿qué 
      tarea ridícula estás inventándote 
      en la oscuridad de la cochera llorando 
      con la bolsa de basura? Tu trabajo no es 
      sacar la basura, tu trabajo es vaciar 
      el lavavajillas. Estás exhibiéndote 
      otra vez, 

    • Algo 
      llega al mundo sin ser bienvenido 
      y llama al desorden, al desorden. 

      Si tanto me odias 
      no te molestes en buscar 
      un nombre para mí: ¿necesitas 
      acaso un desdoro más 
      en tu lenguaje, otra 
      manera de culpar 
      a la tribu por todo? 

    • Perdóname si digo que te amo: a los poderosos 
      se les engaña siempre, los débiles 
      son siempre manejados por el miedo. No puedo amar 
      lo que no puedo concebir, y tú no revelas 
      virtualmente nada: ¿acaso te asemejas al espino,