Malahierba, de Louise Glück | Poema

    Poema en español
    Malahierba

    Algo 
    llega al mundo sin ser bienvenido 
    y llama al desorden, al desorden. 

    Si tanto me odias 
    no te molestes en buscar 
    un nombre para mí: ¿necesitas 
    acaso un desdoro más 
    en tu lenguaje, otra 
    manera de culpar 
    a la tribu por todo? 

    Ambos lo sabemos, 
    si adoras a un dios, necesitas 
    sólo un enemigo. 

    Yo no soy el enemigo. 
    Sólo soy una treta para ignorar 
    lo que ves que sucede 
    aquí mismo en esta cama, 
    un pequeño paradigma 
    del fracaso. Una de tus preciosas flores 
    muere aquí casi a diario 
    y no podrás descansar 
    hasta enfrentarte a la causa, es decir, 
    a todo lo que queda, 
    a todo aquello que es más fuerte 
    que tu pasión personal. 

    No estaba escrito 
    permanecer para siempre en este mundo. 
    Pero por qué admitirlo, si puedes seguir 
    haciendo lo de siempre, 
    lamentándote y culpando, 
    las dos cosas a la vez. 

    No necesito que me alabes 
    para sobrevivir. Llegué aquí primero, 
    antes que tú, antes 
    de que sembraras un jardín. 
    y estaré aquí cuando el sol y la luna 
    se hayan ido, y el mar, y el campo extenso. 

    Y yo conformaré el campo.

    • Se me secó el alma. 
      Como un alma arrojada al fuego, pero no del todo, 
      no hasta la aniquilación. Sedienta, 
      siguió adelante. Crispada, 
      no por la soledad sino por la desconfianza, 
      el resultado de la violencia. 

    • En nuestra familia, todos aman las flores. 
      Por eso las tumbas nos parecen tan extrañas: 
      sin flores, sólo herméticas fincas de hierba 
      con placas de granito en el centro: 
      las inscripciones suaves, la leve hondura de las letras 
      llena de mugre algunas veces... 

    • Háblame, corazón dolorido: ¿qué 
      tarea ridícula estás inventándote 
      en la oscuridad de la cochera llorando 
      con la bolsa de basura? Tu trabajo no es 
      sacar la basura, tu trabajo es vaciar 
      el lavavajillas. Estás exhibiéndote 
      otra vez, 

    • Algo 
      llega al mundo sin ser bienvenido 
      y llama al desorden, al desorden. 

      Si tanto me odias 
      no te molestes en buscar 
      un nombre para mí: ¿necesitas 
      acaso un desdoro más 
      en tu lenguaje, otra 
      manera de culpar 
      a la tribu por todo? 

    • Perdóname si digo que te amo: a los poderosos 
      se les engaña siempre, los débiles 
      son siempre manejados por el miedo. No puedo amar 
      lo que no puedo concebir, y tú no revelas 
      virtualmente nada: ¿acaso te asemejas al espino,