El dilema de Telémaco, de Louise Glück | Poema

    Poema en español
    El dilema de Telémaco

    Nunca me decido 
    sobre qué poner 
    en la tumba de mis padres. Sé 
    lo que él quiere: él quiere 
    'amado', lo que ciertamente resulta 
    muy exacto, sobre todo 
    si contamos a todas esas 
    mujeres. Pero 
    eso dejaría a mi madre 
    en la intemperie. Ella me dice 
    que en realidad no le importa 
    lo más mínimo; ella prefiere 
    ser descrita 
    por sus logros. No tendría yo mucho 
    tacto si les recordara 
    que uno 
    no honra a sus muertos 
    perpetuando sus vanidades, sus 
    auto-proyecciones. 
    Mi propio criterio me recomienda 
    exactitud sin 
    palabrería; son 
    mis padres y, en consecuencia, 
    los visualizo juntos, 
    a veces me inclino por 
    'marido y mujer, a veces por 
    fuerzas contrarias'.

    • Se me secó el alma. 
      Como un alma arrojada al fuego, pero no del todo, 
      no hasta la aniquilación. Sedienta, 
      siguió adelante. Crispada, 
      no por la soledad sino por la desconfianza, 
      el resultado de la violencia. 

    • En nuestra familia, todos aman las flores. 
      Por eso las tumbas nos parecen tan extrañas: 
      sin flores, sólo herméticas fincas de hierba 
      con placas de granito en el centro: 
      las inscripciones suaves, la leve hondura de las letras 
      llena de mugre algunas veces... 

    • Háblame, corazón dolorido: ¿qué 
      tarea ridícula estás inventándote 
      en la oscuridad de la cochera llorando 
      con la bolsa de basura? Tu trabajo no es 
      sacar la basura, tu trabajo es vaciar 
      el lavavajillas. Estás exhibiéndote 
      otra vez, 

    • Algo 
      llega al mundo sin ser bienvenido 
      y llama al desorden, al desorden. 

      Si tanto me odias 
      no te molestes en buscar 
      un nombre para mí: ¿necesitas 
      acaso un desdoro más 
      en tu lenguaje, otra 
      manera de culpar 
      a la tribu por todo? 

    • Perdóname si digo que te amo: a los poderosos 
      se les engaña siempre, los débiles 
      son siempre manejados por el miedo. No puedo amar 
      lo que no puedo concebir, y tú no revelas 
      virtualmente nada: ¿acaso te asemejas al espino,