Muchos libros, muchas voces y un poco más.
¡Qué hermoso nacer para esto que nacemos!
Para entregarle cada día al sol nuestros cuerpos,
y los cabellos al mensaje que la lluvia les trae;
para escuchar alternativamente a la esperanza y los pájaros.
Es un joven desgraciado
como una rosa marchita,
frescura y color le quita
el sol que la ha marchitado.
Apenas la sombra queda
de la forma que perdió:
Ya el olor se disipó,
no hay quién volvérselo pueda.
Quiero pintar de blanco la hierba de la pradera
y el compacto césped que recubre los jardines;
todos pensarán que venció la fuerza del desierto
y yo seré durante años el Dueño de la vida,
dejando que me acaricie la tibieza del sueño alado