Muchos libros, muchas voces y un poco más.
Tú los ves ahí colgados, tirados, y dices,
vaya cosa, son cosa de mujeres, tonterías,
lo llevan para meter el pintalabios,
el móvil, quizás una compresa. Y te olvidas.
Que te vas a acordar Isabel
de la rayuela bajo el mamoncillo de tu patio
de las muñecas de trapo que eran nuestros hijos
de la baranda donde llegaban los barcos de La
Habana cargados de...
Cuando tenías los ojos dorados
como pluma de pavo real
Mi madre decía: a mí me gustan las personas rectas
Lo mismo que un San Jerónimo,
hueso, pellejo y raigambre,
llorando estoy en tu puerta
mis pecados capitales.
Los siete no..., los catorce,
que a catorce cientos caben,
que cada uno de los siete
que en el catecismo se abren,